Palabra y vida en Antonio son acordes, avanzan en paralelo. La impetuosa palabra va acompañada por el testimonio radical de su vida cristiana.

Pasó la mayor parte de su existencia ignorado por casi todos pero su apostolado, fecundado por una virtud admirable y por milagros portentosos, dejó en la historia trazos indelebles.

Nuestro ilustre taumaturgo nació en Lisboa en 1195 y recibió en el bautismo el nombre de Fernando. Después, cuando abrace la pobreza franciscana...

San Antonio se estableció definitivamente en Padua alrededor de 1229. Esta ciudad poderosa, rica, amiga del fausto y célebre por su universidad, estaba devastada por el flagelo de la usura.

Tras su fracasado intento de ser misionero en Marruecos y alcanzar el martirio si Dios así lo quisiera...

... el navío que le traía de regreso a la Península fue desviado por una tempestad y arribó a las cosas de Italia en el preciso momento en el que el bienaventurado fundador franciscano había convocado un gran capítulo en Asís.

Cristo concedió el don de los milagros a los primeros predicadores del Evangelio para marcar con el sello divino su palabra.

Alabando su conocimiento de las Escrituras, que sabía de memoria, Gregorio IX llamó al humilde religioso “Arca del Testamento”.