Y me dijo: estate a las nueve menos cinco en la puerta del hotel. Cenamos y corriendo me fuí hacia la puerta. Acababan ya de salir, pero fui tras ellos y enseguida les cogí. En esto que me dice Don Luis Fernando: "me parece que me he pasado pidiendo gente para llevar la Virgen... y van por delante". Me quedé un poco sorprendido.
Hablé con la Virgen
Según nos íbamos acercando a la capilla, a lo lejos les vimos como estaban preparándose. "Parece que ya están los cuatro -le dije-. No pasa nada". La verdad es que lo decía con la boca pequeña, porque en el fondo tenía una gran pena. Pero me decía interiormente: "las cosas pasan". Así que le expliqué a mi mujer lo que me había pasado, le volví a pedir las velas y la máquina de fotos que le había dejado; ellas se fueron para el centro de la capilla y yo me fui a un costado, junto a una columna. Lo hice inconscientemente. Y me puse interiormente a hablar con la Virgen. Y "enfadado" le decía: ¡Cómo me has hecho esto!
¡Con la ilusión que tenía!
Parece que crees que soy un gran pecador y no merezco en llevarte, además tengo 60 años y lo más probable es que no puedo venir otra vez a verte, que pena tengo. Al lado mío, había "mucha gente" y no pasó un minuto, se me acercó un señor preguntándome si era italiano, le dije que era Español, es lo único que le entendí, él puso su mano sobre mi hombro y el suyo (estaba comparando la altura). Seguía hablando un portugués cerrado. Junto a mí –“por casualidad”- estaban el bueno de Don Pedro Galán y Jesús Ruiz (de nuestra peregrinación) y que entienden portugués. Y Jesús me dice: “te está preguntando si quieres llevar a la Virgen”. ¡Vaya noticia! El corazón se me llenó de alegría. Mi cabeza estaba revolucionada. ¡Allí me fui con el portugués! Estaba nervioso. Aguardamos un rato delante de la Virgen los que íbamos a llevarla y después fuimos a vestirnos con una túnica blanca. Fue emocionante; yo hice el primer turno. Pero para colmo me volvió a tocar llevarla una vez más al final (¡me dio propina!). El que no sabía lo que me había pasado le parecería la cosa mas normal pero yo en mi interior tenía una sensación extraña que no salía de mi asombro; ya cuando me fui a dormir en la cama le daba vueltas a lo que me había pasado y me acordaba del Padre Mauricio cuando a la mañana, en la homilía, decía: “La Providencia actúa”. Hoy es un día que jamás se me olvidará. (José Luis Urbieta).
Éxito rotundo
Era una experiencia que tenía todos los boletos para culminar con éxito: visitar el Santuario de Fátima, y la cuna de San Antonio en Lisboa. En Fátima, visitamos el lugar de las Apariciones y las casas de los pastorcitos. Rezamos el Vía Crucis y participamos de la procesión de las velas, llevando las andas de la Virgen. En Lisboa, visitamos la iglesia de San Antonio, construida en el solar donde estuvo la casa en que nació; asistimos a Misa y tuvimos el privilegio de serenar la reliquia que allí se conserva. También visitamos la Catedral, en la que pudimos ver la cruz en las escaleras de la Torre, que marcó San Antonio para escapar de una tentación contra la castidad. Hubo tiempo para visitar la Basílica de Estrela, primera Iglesia dedicada en el mundo al Sagrado Corazón, por voluntad de la Reina portuguesa Doña María; el Monasterio de los Jerónimos, Estéril, Cascaes y Cintra. Durante este recorrido por la costa llegamos al punto más occidental de Europa: el Cabo da Roca, donde un monolito con una Cruz en lo alto recuerda el hecho de que Europa se lo debe todo al cristianismo.
La peregrinación resultó de mucho provecho.