A primera vista, la inteligencia artificial (IA) aporta innumerables beneficios para la Humanidad y, en parte, podemos decir que es verdad. Pero si analizásemos en profundidad las consecuencias que pueden derivarse de ella nos asustaríamos.
Los primeros que han puesto el grito en el cielo han sido los propios creadores de la IA, los líderes de OpenAI, Google DeepMind y Anthropic. En unas recientes declaraciones estos genios que crearon la IA han publicado una carta, firmada por un grupo de 350 ejecutivos, investigadores e ingenieros expertos en esta tecnología, alertando sobre el “peligro de extinción” que supone esta tecnología para la humanidad. Todos sabemos o, por lo menos intuimos, que la implementación de la IA puede destruir muchos puestos de trabajo. Pensemos, por ejemplo, en algunas profesiones como los escritores, los músicos, los guionistas, los diseñadores, etc.
La aplicación de la IA es gratuita, está al alcance de todos. Basta escribir en ella unas referencias adecuadas para obtener, en unos minutos, o segundos, un buen libro, un magnífico guión de película o una bonita partitura musical. Con la IA podemos prácticamente clonar algunos documentos en los que hasta un notario tendrá dificultad en saber cuál es el original y cuál la copia.
Con la IA los políticos ya no tendrán que contratar a innumerables asesores (lo que para
muchos será un alivio) para que les redactan su discursos.
Con la IA, hasta los informáticos corren el riesgo de perder su puesto de trabajo, pues la
IA puede crear sus propios software.
La aplicación de la IA en el mundo laboral, por lo tanto, puede contribuir a que se pierdan incontables puestos de trabajo.
La IA es un arma con un potencial enorme. Bien usada puede producir beneficios enormes como, por ejemplo, el avance en la solución de enfermedades como el cáncer o enfermedades raras o la aportación de contenidos muy valiosos en tiempo real.
Pero su mal uso creará auténticos monstruos. Podremos suplantar la identidad de las personas, manipular fotos o vídeos de personas honradas con prácticas o comportamientos inmorales o deshonestas, sin que prácticamente haya medios para demostrar que esas fotos o vídeos son una invención.
Como en todo, los avances técnicos serán buenos o malos en función del uso que le dé el hombre. Por eso, los fundadores de la IA, asustados del monstruo que han creado se han puesto inmediatamente a trabajar para crear una especie de código ético o auto regulador de la IA, de manera que un desaprensivo no pueda usarla para sus fines perversos. Veremos si lo consiguen.
Particularmente pienso que la IA es como el uso de internet. O sea, una vez que está al alcance de todos y tiene una visibilidad global es prácticamente imposible ponerle límites. Sería, más o menos, como querer poner puertas al campo.
Creo que la única forma eficaz de reducir los males de una mala utilización de la IA sería una profunda concientización del hombre en la que los principios morales y éticos vuelvan a ocupar un papel fundamental en su comportamiento y en sus decisiones.
En la medida en que consigamos esto, probablemente los hombres haremos mejor uso de la IA para el bien de todos y el progreso de la humanidad.