La cortesía, entendida como la expresión respetuosa y amable en las interacciones humanas, se presenta como una virtud que encuentra su fundamento en los principios de la ética. Esta virtud va más allá de simples formalidades; es un reflejo del amor y respeto que se deben tener los unos a los otros, como enseña doctrina católica.
La cortesía se vincula estrechamente con el mandamiento del amor al prójimo. Jesucristo destacó la importancia de tratar a los demás con bondad, compasión y respeto. La cortesía, en este contexto, se convierte en una manifestación concreta de este amor, mostrando consideración hacia los demás en el lenguaje, las acciones y las actitudes. Es lo que procuro mostrarles a mis hijos, siempre que puedo, para que tengan una perspectiva superior de sus simples gestos habituales.
Educar a los hijos en la práctica de la cortesía
Educar a los hijos en la práctica de la cortesía es una extraordinaria inversión. Enseñarles desde pequeños el valor de un saludo respetuoso, el uso de expresiones de gratitud y la consideración hacia los demás, sienta las bases para que desarrollen relaciones saludables y duraderas en su vida adulta.
La educación en la cortesía es un regalo duradero que los padres ofrecen a sus hijos y a la sociedad.
Por otra parte, la cortesía también está ligada al concepto de la dignidad humana, un principio fundamental en la enseñanza católica.
Reconocer y respetar la dignidad inherente en cada persona, como hijos de un mismo Padre que somos, implica tratar a los demás con amabilidad y comprensión, reconociendo su valía, independientemente de su condición o situación.
Tenemos el ejemplo de la Virgen María: su humildad y aceptación del plan divino, expresadas con dulzura hacia el arcángel Gabriel en la Anunciación, son un testimonio de cómo esta virtud puede manifestarse incluso en situaciones incomprensibles.
Esta virtud se vive a través de pequeños gestos diarios: desde el saludo amable hasta la consideración en las palabras y acciones.
En la sociedad contemporánea, donde a menudo prevalece la prisa y la individualidad, la cortesía se presenta como un medio para construir puentes, fomentar la unidad y promover un ambiente de respeto mutuo.
Pienso que la cortesía, arraigada en los principios de amor al prójimo y respeto por la dignidad humana, se erige como una virtud esencial del buen cristiano.
Con su práctica contribuimos a la construcción de una sociedad más compasiva, justa y orientada hacia el bien común.