Existen países que, cuando escuchamos su nombre, no logramos localizarlos en el mapa y menos aún en la Historia. Los recuerdos se nos mezclan y aparecen los tópicos salidos de antiguas leyendas que entorpecen nuestra visión. Uno de ellos es Rumanía. Lugar que por derecho propio pertenece a nuestra cultura. Las naciones de los Balcanes tuvieron una larga trayectoria social y política, aunque parte importante de ella desapareció opacada por el velo, que el imperio Otomano, primero, la Rusia Soviética, después, colocaron sobre la zona.
Su paisaje, construido alrededor de los Cárpatos, está compuesto por varias altiplanicies atravesadas por el Danubio, los Apuseni y los Alpes Transilvánicos. Rodeada por Ucrania, Hungría, Serbia y Bulgaria, alberga el puerto más importante del mar Negro. Constanza, antiguamente, Tomis.
En el año 6000 a.C., residía, en sus tierras, una avanzada cultura, la Hamamangia, que fabricaba cerámicas y estatuillas de terracota. Aunque los Dacios y los Getas eran quienes habitaban el territorio, multitud de pueblos, llegados del Este y del Norte de Europa, lo cruzaron.
En el siglo VII a.C., la colonizaron los griegos. Más tarde, Filipo y Alejandro, se enfrentaron a sus gentes y las derrotaron. Tras la muerte de Alejandro, Lisímaco, pretendió integrarla en su reino, fracasó. Fue Trajano, quien, entre el año 103 y 107 la conquistó convirtiéndola en la provincia Oriental del Imperio.
Es posible fuera San Andrés quien convirtió a los Dacios al cristianismo. No parecen existir documentos que lo certifiquen. La labor evangélica realizada por San Andrés, el apóstol que fundó la Iglesia Ortodoxa, se realizó en las orillas del Mar Negro. Tomis, la actual Constanza, habría sido la primera sede cristiana de Rumanía. No opino casual que el citado puerto se halle próximo a Bizancio, centro cristiano más importante de la región. Su liturgia tiene raíz latina, con lo que, si no fue san Andrés, debió ser algún contemporáneo suyo. El interior de las iglesias greco-católicas es similar al de los bizantinos lo que indica una intensa relación.
Las tardo Antigüedad, despertó movimientos sísmicos en el territorio. Godos, Hunos, ávaros, eslavos, magiares y búlgaros, hollaron el país. Las culturas y las etnias se mezclaron.
Zona perteneciente al Imperio Bizantino, la Iglesia mayoritaria fue y sigue siendo la ortodoxa griega de Rumanía. Lo único que permanecía incólume con el paso del tiempo, fue la cultura imperial, la identidad y el latín.
Mientras Hungría y Polonia se disputaban el poder en el Centro y el Este de Europa, las tropas otomanas amenazaban la Cristiandad desde Bizancio. El héroe nacional de Rumanía fue Esteban III, el Grande. El Papa Sixto IV le nombró campeón de la Cristiandad. Gobernó Moldavia entre 1457 y 1504. Su vida transcurrió entre el asentamiento de su reino y la lucha contra el peligro otomano. Muy temprano, en 1467, se vio obligado a enfrentarse a Matías Corvino. Sublevada Transilvania contra los húngaros, la batalla de Baia, que enfrentó a Esteban y Corvino, tuvo un dudoso resultado. A pesar de ello, Corvino reconoció los derechos de los rumanos.
En defensa de Europa derrotó, en 1475, en Vaslui, a Mehmed II. El resultado del encuentro retrasó la invasión otomana. Ante el enemigo que acechaba a la Cristiandad, pidió ayuda a los monarcas de Occidente. El único que le ayudó fue Matías Corvino. El año siguiente, Bayaceto II, le infringió una severa derrota. Sin rendirse nunca, negoció con los invasores, quienes, a cambio del pago de un tributo, le permitieron seguir gozando de libertad.
Aunque a principios del siglo XX se encontró petróleo en Valaquia, Rumanía seguía teniendo una economía agraria dirigida por su aristocracia. El año 1905 comenzaron a producirse levantamientos en toda Europa. En 1907, los lugareños se sublevaron en Rumanía. La aristocracia, tras abandonar sus tierras, había dejado su administración en manos de sus capataces; griegos y judíos, quienes, al parecer, subcontrataban los terrenos a precios abusivos. Muchas casas nobles ardieron como consecuencia de la revuelta. La calma regresó tras la muerte de 20.000 paisanos.
Desde el siglo XII los sajones estaban establecidos en Transilvania., que, en el siglo XIX, se había convertido en frontera con la Horda de Oro, mongoles que habían invadido, hacía siglos, parte de Rumanía. Los rutenos de los Cárpatos y muchos eslovacos, eran católicos y su educación era rudimentaria. Por lo demás, luteranos, católicos romanos y ortodoxos de la Iglesia de Rumania mantenían buenas relaciones entre ellos. Como en otros lugares del entorno, aparecieron en el campo líderes comunistas llegados de Rusia que ofrecían a los campesinos hacerse comunistas. En ocasiones, éstos aceptaban, pero antes les obligaban a jurar ante la Virgen que respetarían el catolicismo.
Las dos grandes guerras que se libraron en el siglo XX, fueron realmente mundiales. Excepto unos pocos países que permanecieron neutrales, el resto se involucró en ellas. Rumanía no tuvo suerte al elegir el bando al que apoyar. Si en ambas conflagraciones hubo muertos por millones, en las dos se desarrollaron diferentes tácticas y se buscaron objetivos diversos. La Primera comenzó por una casualidad y acabó con la decisión de los países Occidentales de detener la expansión del bolchevismo. La Segunda, pretendía acabar con la crueldad de Hitler y detener la amenaza mundial representada por Rusia.