La pandemia me ha permitido reconsiderar en serio qué entiendo por libertad. Porque vivimos imbuidos en la cultura contemporánea de que cuantas más libertades físicas tengamos más felices seremos.

¿Qué papel e importancia queremos dar a las nuevas tecnologías? ¿A qué precio son válidas? Vale la pena hacer un stop de vez en cuando y pasar una tarde entera con nuestros abuelos o tíos.

Es una virtud de la que hemos oído hablar mucho, desde la época de Platón e incluso antes, y sin embargo nos olvidamos de ella con enorme frecuencia: la prudencia. Se me ocurren tres planos clarísimos en donde su rol resulta importante. O, mejor dicho, absolutamente decisivo.

Fue la “Rerum Novarum” una encíclica novedosa en su momento, qué duda cabe. Se cumplen ahora 130 años desde su publicación, y en muchos de sus pasajes, como ocurre con los buenos textos, el tiempo no parece haber transcurrido lo más mínimo. Hoy me propongo volver la vista sobre ella por unos instantes.

Hay días y días. El ser humano es realmente contradictorio, porque, aunque a la mayoría de nosotros nos gusta funcionar con hábitos, al mismo tiempo la rutina nos atenaza.

Quizá el gesto cristiano por excelencia que podemos brindar a cualquier persona que nos rodea es algo aparentemente simple y trivial: la sonrisa

Leí hace poco un artículo sensacional del articulista Juan Manuel de Prada titulado “Hastío coronavírico”. En él, el escritor se mostraba más que escéptico en cuanto a las expresiones “primera ola”, “segunda ola” y “tercera ola” que tanto han proliferado entre los medios de comunicación desde hace un año, y explicaba cómo existe una saturacióncreciente entre los ciudadanos del mundo entero en cuanto al coronavirus, sus peligros y sus contagios.