Hoy hay una crisis de la paternidad. Faltan padres firmes, padres que muestren el camino a sus hijos. Padres presentes que cuiden con amor a sus hijos y los esperen en casa cuando regresen fracasados. Padres que eduquen desde el amor y el respeto. Que presenten con sus vidas altos ideales. Que sueñen con sus hijos. Que esperen lo mejor de ellos y les perdonen siempre. Hacen tanta falta padres humanos que reflejen el amor de Dios.
Añade el Padre Kentenich: “Los padres deben irradiar ese profundo respeto y amor, despertando en el hijo lo mismo. Entonces podrán hacer con el hijo lo que quieran; entonces habrán conseguido la atmósfera posible para la educación”. Una paternidad que produzca una atmósfera de respeto y amor en el hogar.
Es la misma mirada de Dios Padre sobre mí. Me mira con respeto y con amor. Y yo estoy llamado a mirar así a mis hijos. Una paternidad que irradie la paternidad de Dios. A través de un padre humano me es más fácil tocar el amor paternal de Dios. Tal vez por eso es tan difícil para muchos ver a Dios como Padre.
Necesito encarnar en manos humanas ese amor que me ama de forma incondicional. Quiero ser un padre en la tierra que emane la autoridad de Dios. Así es más fácil llevar al hijo hasta Dios. Y esa autoridad en mí surge solamente si estoy íntimamente unido a Dios Padre:
“La conciencia de autoridad no significa que quiero quebrantar ahora mismo la voluntad del hijo o de la hija. ¡No! La conciencia de autoridad es algo muy diferente. Se debe enseñar al hijo a seguir, en mí, al querido Dios. ¿Qué lleva esto consigo? Que yo, por mi parte, como padre o como madre, tenga una relación interior con Dios, con el Padre Dios“.
Si tengo una relación sana y honda con Dios podré irradiar su amor a través de mis obras.