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Capellanes contra la segunda ola: «Ahora hay mayor conciencia, más miedo a la muerte y a la soledad»

Una diferencia importante con la primera ola es que ahora muchos enfermos son muy conscientes de todo lo que rodea a esta enfermedad y tienen miedo a morir solos, sin nadie que les acompañe, como sucedió hace unos meses cuando este virus irrumpió en nuestras vidas.

Un nuevo paso al frente

Para luchar contra estos miedos, los capellanes de los hospitales han vuelto a dar otro paso al frente, y jugándose sus propias no dejar que ningún enfermo pueda fallecer en soledad o sin el consuelo necesario.

En Italia hay capellanes que han decidido instalarse definitivamente en los hospitales y estarán durante varias semanas las 24 horas en él. Ya saben a lo qué se enfrentan porque muchos de ellos ya se enfrentaron al virus en marzo, abril…

El diario Avvenire, propiedad de los obispos italianos, recoge el testimonio de algunos de estos capellanes. Es el caso del padre Luca Casarosa, capellán de un hospital en Pisa. Desde marzo y hasta día de hoy ha acompañado a más de 130 personas fallecidas por coronavirus, incluidas varios jóvenes.

“Estuve con ellos hasta el final, dándoles a todos la bendición y las oraciones oraciones, involucré a médicos y enfermeras, hice un puente con las familias por teléfono y los bendije. Pero no fue fácil. Ves sufrir mucho a todos los enfermos, la mayoría intubados, mientras se quejan de falta de aire”, relata.

Tras estos meses de experiencia, asegura que "hay que aprender a estar en silencio, a rezar y sufrir con ellos, en silencio". Pero no es fácil cuando te encuentras en cuidados intensivos con 60 personas que se debaten entre la vida y la muerte.

"Vencer el miedo al sufrimiento y la muerte"

Paolo Mulas, capellán del Hospital Universitario de Sassari, afirma que “nuestra presencia es signo de ese cariño, de esa cercanía a quienes se enfrentan a la enfermedad y la muerte, solos incluso al final de la vida. Tratamos de vencer ante todo el miedo al sufrimiento y la muerte”.

Este sacerdote asegura que los pacientes que ahora están ingresados conocen muy bien las consecuencias de la enfermedad, y los que están intubados lanzan miradas en busca de consuelo. "Ahora hay una mayor conciencia, existe el miedo a la muerte, al sufrimiento, la soledad y luego al dolor", asegura el capellán.

Por otro lado, también explica que “de alguna manera tratamos de preparar a las familias. Me siento con ambos en el momento de la admisión y cuando algunos de ellos mueren. Intento hacerles entender que no estaban solos, que no sufrieron. Pero está la agonía de no haberle dado una última caricia. Por eso, la nuestra no es solo una obra de misericordia espiritual sino un gesto que hacemos en nombre de la familia. Es una muerte en soledad, seguro, pero no sin esperanza. Muchos comulgan, tienen acompañamiento espiritual”.

Por su parte, don Marco Galante es capellán del Hospital de Schiavonia, en Monselice (Padua), donde murió el primer paciente de Covid en Italia en febrero. “Es una experiencia dura y exigente. A veces también se instala una sensación de impotencia, como cuando un paciente te pide un poco de aire y no sabes cómo ayudar. Sabes dónde conseguir un vaso de agua, pero ¿y si les falta aire y están esperando a ser intubados?”, confiesa.

Una ayuda también para las familias

El padre Angelo Gatto, capellán del Hospital de Terni, también incide en que “los familiares han vivido experiencias difíciles y traumáticas, pero saber que había alguien que reza por ellos y que está al lado de sus seres queridos para darles una caricia y una sonrisa les da alivio, saben que hay quienes actúan como portavoces de su amor, del cariño que ya no pueden mostrarse de cerca”.

Pero además de a los enfermos, los capellanes prestan mucha atención al propio personal sanitario, que se enfrenta cada día al sufrimiento y muerte de tantos pacientes.

"A estas alturas las salas han tenido que cerrar, los familiares no pueden entrar, los pacientes de Covid viven de nuevo en soledad - cuenta Don Nunzio Currao, asistente pastoral del personal del Policlínico Gemelli en Roma-. Por eso tratamos de fortalecer la presencia del personal médico y de enfermería, o más en general del personal sanitario, para que estén cerca de los enfermos”. 

Pero puede suceder que cuando uno de estos médicos o enfermeras se enfrentan a la muerte de alguien, quizás de su misma edad, el desánimo se apodera de él. El dolor deja a todos atónitos.

“Entonces trato de consolarlos - explica Currao -, rezamos juntos. Tengo con ellos una presencia continua, diaria, hecha de silencio, de miradas. Al final, todos encuentran esta forma de gran apoyo para ayudar a los enfermos”.