El 27 de junio se celebra la fiesta de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, una advocación mariana cuyos orígenes se remontan a los siglos X y XI, vinculada a la Iglesia primitiva. Esta devoción a la Virgen María, Madre de Dios, se manifiesta en situaciones de dolor, emergencia, catástrofe, enfermedad grave, y peligros inminentes. La Virgen María ofrece consuelo y auxilio a sus devotos.
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro es patrona de muchos países y, especialmente, de la Congregación del Santísimo Redentor (redentoristas), quienes promueven su devoción. El ícono original se encuentra en el altar mayor de la iglesia de San Alfonso del Esquilino en Roma. Este ícono representa los cuidados maternales de María hacia Jesús y, por extensión, a todos los creyentes.
La historia del ícono se remonta al siglo XV, cuando un mercader lo adquirió. En una tormenta en el mar, el mercader pidió auxilio a la Virgen, calmándose el mar milagrosamente. De regreso en Roma, el mercader intentó que el ícono fuera llevado a una iglesia, pero no fue cumplido su deseo. La Virgen se apareció en sueños a la familia del amigo del mercader, insistiendo en que la imagen fuera llevada a la iglesia de San Mateo. Tras diversos milagros, finalmente, el ícono fue colocado allí.
En el siglo XVIII, la iglesia de San Mateo fue destruida, y el ícono fue trasladado por los agustinos. A fines del siglo XIX, los redentoristas, con la ayuda del Papa Pío IX, lograron que el ícono regresara a su lugar original. Hoy, la devoción a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro está extendida globalmente, con iglesias, santuarios y escuelas dedicadas en su honor.