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Bill Condon, la Bella y la Bestia, y sus deseos de destrozar la Biblia

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El cineasta norteamericano Bill Condon (Nueva York, 1955) dice estar harto de la polémica sobre la escena homosexual de La Bella y la Bestia. El filme está siendo boicoteado por cristianos conservadores de varios países por esa razón.

Y eso es nada, con los boicots que puede sufrir, ahora que han salido a la palestra unas polémicas declaraciones anti-cristianas que Condon hizo hace unos años en una publicación de temática LGTB.

En una entrevista concedida a la revista Passport Magazine, en 2012, el cineasta decía que su deseo es destrozar la Biblia.

Concretamente el periodista le pregunta qué es lo primero que haría al entrar en un hotel después de un día de trabajo. Y Condon respondió: “Mi deseo decir que soy como Ian McKellen y de inmediato empezar a arrancar páginas de la Biblia. Pero parece que la mayoría de los hoteles no tienen más biblias en las habitaciones de hoy”. 

El director se refiere al actor británico Ian McKellen, también homosexual, que protagonizó su película Dioses y Monstruos (1998), sobre el director de cine James Whale, autor de la versión más famosa de Frankenstein.

Dioses y monstruos es una reflexión sobre la homosexualidad y aborda la relación entre aquel cineasta y un joven jardinero.

Hijo de católicos irlandeses, y famoso por dirigir las dos últimas entregas de la saga Crepúsculo, Bill Condón ha abordado frecuentemente en sus películas la temática LGTB y anticristiana.

Además de la versión nueva de La Bella y la Bestia, escribió y dirigió la película Kinsey, que narra la vida del controvertido investigador sexual Alfred Kinsey (encarnado por Liam Neeson), autor del informe que lleva su nombre.

Las encuestas de Kinsey en que los norteamericanos confesaban sus perversiones se basaron en muestras seleccionadas entre psicopátas o adictos al sexo.

Kinsey trató de demostrar en los años 40 que la mayor parte de la sociedad norteamericana ocultaba bajo una capa de normalidad toda suerte de perversiones sexuales ocultas.

Con el tiempo se demostró que todo era una superchería, ya que las encuestas en que los norteamericanos confesaban sus perversiones se basaron en muestras seleccionadas no entre la población sana sino entre psicopátas o adictos compulsivos al sexo.

El propio Alfred Kinsey era pedófilo y promotor del sadomasoquismo. 

Ahora Condon se queja de que en países como Indonesia veten La bella y la bestia. Habría que decirle que nadie la obligaba a incluir contenidos LGTB en un cuento clásico de Charles Perrault, adaptado previamente por Disney.

Máxime cuando él mismo llegó a enorgullecerse de que hubiera alusiones gays en una película de Disney, como si eso fuera una pica en Flandes del movimiento LGTB.

Tampoco nadie le obligaba a hacer una película sobre Alfred Kinsey, el biólogo que sostenía que el comportamiento únicamente heterosexual y monógamo es anormal.

Y, sobre todo, nadie le obligaba a insultar a cristianos y judíos con sus declaraciones iconoclastas sobre la Biblia.