Toda la vida de San José fue un acto continuo de fe y obediencia en las circunstancias más difíciles y oscuras en que le puso Dios. Desde tiempo inmemorial, la Iglesia lo ha venido venerando e invocando como continuador en ella de la misión que un día tuviera para con su Fundador y Madre.
En los momentos de noche oscura, el ejemplo de José es un estímulo inquebrantable para la aceptación sin reservas de la voluntad de Dios. Para propiciar ese veneración e imitación y para solicitar su ayuda, ponemos a continuación el siempre actual ejercicio de los siete Dolores y Gozos.
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro. En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. – Acto de contrición.
Cuarto dolor y gozo
El dolor: Simeón los bendijo, y dijo a María, su madre: Mira, éste ha sido puesto como signo de contradicción para que se descubran los pensamientos de muchos corazones (Lc 2, 34-35).
La Alegría: Porque han visto mis ojos tu salvación, la que preparaste ante todos los pueblos; luz para iluminar a las naciones (Lc 2, 30-31).
Ofrecimiento
Oh Santo fidelísimo, que tuvisteis parte en los misterios de nuestra redención, glorioso San José; aunque la profecía de Simeón acerca de los sufrimientos que debían pasar Jesús y María os causó dolor mortal, sin embargo os llenó también de alegría, anunciándoos al mismo tiempo la salvación y resurrección gloriosa que de ahí se seguiría para un gran número de almas.
Por este dolor y por este gozo conseguidnos ser del número de los que, por los méritos de Jesús y la intercesión de la bienaventurada Virgen María, han de resucitar gloriosamente.
Padrenuestro, Ave María y Gloria.