Este frio fín de semana he visto "El Ascenso" de Netflix, que es una de las sorpresas de la producción propia del gran canal de streaming. Desde la película "Intocable", me he vuelto una adicta a la manera de contar las historias francesas. Explican un conflicto, un desventaja, una diferencia e incluso un problema y luego le dan una dulce vuelta. "El Ascenso" desde el pié del Himalaya hasta la cima del Everest, es una pura delicia sin pretensiones y de sonrisa perpetua.
Samy Diakhate es un joven francés de 26 años que vive en uno de los barrios marginales de París. La sociedad se ha olvidado de estos jóvenes que considera vagos y maleantes. Estos chavales no pueden demostrar que valen para cualquier cosa, pero ahí está Samy para hacerlo. La motivación de Samy no es la de hacer ver al mundo algo, no, su intención es demostrar su amor por su amiga de la infancia Nadia, pero este valeroso acto le llevará a ser una de las figuras mediáticas no solo del barrio sino de Francia. Todo un ejemplo de superación.
"El Ascenso" me encantó por su sencillez, por las preciosas imágenes de Nepal (país que he visitado y que os recomiendo) y por el mensaje de querer es poder.
Ya "metida en harina", ví un cortometraje "El mostro andino" que Inside Project realizó para mostrar el testimonio de Víctor Rímac, un escalador peruano. Con mucho esfuerzo y sacrificio, Víctor Rímac ha logrado conquistar las cimas más altas del planeta.
Todo empezó de pequeño, cuando experimentó aquello que él nombra como la seducción de las cimas. Genial expresión para reflejar el susurro interior que experimentamos los seres humanos. Eso que nos llama a crecer, a darlo todo y a llegar lejos. Ese eco del corazón que nos lleva de la experiencia a la contemplación, y de la contemplación a la acción; del vernos rodeados de montañas y desafíos a querer escalar, vencer y conquistar.
Todos somos o podemos ser como Víctor Rimac y Samy Diakhate. Todos nos enfrentamos diariamente al vértigo de los desafíos y a la apariencia inalcanzable de ciertas metas. Todos somos escaladores. Nuestra vida es un largo camino hacia la cima. Cada uno puede tener sus montañas, pero sabemos que la meta es una sola: amar a Dios. En una biografía de San Juan Pablo II un conocido suyo se refería a él como un “alpinista espiritual”. Sabemos cuánto le gustaban las montañas y todo lo que le inspiraban, pero aquí se hace referencia a algo más profundo. Se trata de una concepción de la vida como una caminata hacia lo alto.
¿Te animas a ascender?