
Francisco, en el encuentro sobre la crisis de deuda en el sur global, organizado por la Pontificia Academia para las Ciencias, instó a los presentes a soñar y actuar en la construcción de nuestra casa común. Señaló que no se puede vivir con tranquilidad de conciencia sabiendo que muchos hermanos están sumergidos en el hambre y la exclusión social, lo cual calificó como un pecado social.
Siguiendo el ejemplo de Juan Pablo II en el Jubileo del 2000, Francisco pidió la condonación o reducción de la deuda externa de los países del sur, destacando la urgencia de este llamado debido a que la deuda ecológica y la deuda externa son dos caras de una misma moneda que hipotecan el futuro. Subrayó que el Año Santo de 2025 debe inspirar a desatar los nudos de estas deudas, recordando que somos custodios y no dueños de los recursos.
El Papa insistió en la necesidad de actuar con buena fe y verdad, siguiendo un código de conducta internacional con normas éticas. Abogó por una nueva arquitectura financiera internacional que sea audaz y creativa, con financiación que implique una responsabilidad compartida entre quien la recibe y quien la otorga. Esto dependerá de las condiciones, el uso adecuado y los marcos de resolución de crisis de deudas.
Francisco recordó que la humanidad enfrenta una crisis de deudas agravada por una globalización mal administrada, la pandemia y las guerras, afectando principalmente a los países del sur. Esta situación genera miseria y angustia, privando a millones de personas de un futuro digno. En consecuencia, ningún gobierno puede exigir a su pueblo sufrir privaciones incompatibles con la dignidad humana.