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La fe es algo así como hacer turismo en Canadá

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*Se recomienda ver el video antes de leer el artículo.

Todos somos un poco ciegos cuando se trata de la realidad; pero ojo, hablo de la verdadera realidad... ¿a qué me refiero? Para explicarlo me voy a valer de una conferencia del entonces Cardenal Ratzinger. Él se preguntaba:

«¿Qué es esta “realidad”? ¿Qué es lo real? ¿Son “realidad” solo los bienes materiales, los problemas sociales, económicos y políticos? Aquí está precisamente el gran error de las tendencias dominantes en el último siglo. (…) Falsifican el concepto de realidad con la amputación de la realidad fundante y por esto decisiva, que es Dios. (…) La primera afirmación fundamental es, pues, la siguiente: Sólo quien reconoce a Dios, conoce la realidad y puede responder a ella de modo adecuado y realmente humano».

¡Esa es la clave! El realismo desde el punto de vista católico implica mucho más que el conjunto de las cosas percibidas por los sentidos. La fe, que pone a Dios en el centro y lo considera la realidad fundante de todas las demás realidades, es el modo correcto de mirar nuestras vidas y el mundo que nos rodea. Por eso digo que todos somos un poco ciegos cuando hablamos de la realidad: nos es más fácil pensar que nuestra economía familiar, los exámenes de la universidad, la enfermedad de mi madre o ese vicio que me hace sufrir, son toda mi realidad y en ella se agota el mundo.



¡Esto es mentira! Porque «lo que no se ve — continua Ratzinger — lo que en modo alguno cae dentro de nuestro campo visual, no se considera como irreal, sino como lo auténticamente real» y por eso me ha gustado mucho este video… ¿Se han preguntado qué pasaría si viésemos nuestras vidas desde una mirada verdaderamente realista? Estoy seguro que sería algo así como Canadá para el joven ciego del video: sentimos el agua que nos roza pero no vemos la potencia del río que nos impulsa, percibimos el calor pero no reparamos en la belleza fulgurante del sol, escuchamos una melodía pero no somos conscientes de que detrás de ella está el despliegue majestuoso de una orquesta… amamos la realidad, es cierto, pero ¡cuánto más la amaríamos si la viésemos con los ojos abiertos!

Si supiéramos que Dios sufre con nuestros dolores y se alegra con nuestras alegrías, que el cielo hace fiesta por un solo bautismo, que una lágrima de arrepentimiento hace temblar las paredes del infierno o que eso de visitar o vestir a Cristo en el pobre no tenía ni un pelo de simbólico. ¿Qué pasaría? Si supieses que ese accidente fue en realidad un milagro y que tu Ángel de la Guarda está al borde de pedir su jubilación porque dejaste de invocarlo a los 5 años… Dime… ¿Qué haríamos si viésemos la realidad con los ojos abiertos? Que en cada Eucaristía recibimos realmente el cuerpo de Cristo y que Dios se valió de esa liturgia aburrida y mal cantada de Viernes Santo para tocar cientos de corazones endurecidos, ¿no sería hermoso conocer la realidad completa?… Que ese pecado es la ocasión que Dios esperaba para que lo dejaras entrar, que esa oración a María que hiciste cansada te sacó de una que ni te cuento y que ese divorcio desató el matrimonio en la tierra pero en el cielo el nudito no se movió ni un centímetro… ¡Esta es la realidad! Y aún más potente, si pudieras ver cómo del sufrimiento ofrecido por una niña cristiana se elevase un enorme caudal de gracia para los 10 miserables que la violaron… ¿Te conmoverías? ¿Llorarías? ¿Te llenarías de rabia?… ¿Y si en ese momento pudieses ver claramente que Cristo, desde la cruz, hizo exactamente lo mismo que esa pobre niña pero por ti? ¿La realidad te parecería maravillosa? ¡Pues lo es! La realidad completa es que vivimos sumergidos en el misterio del amor de Dios pero lo percibimos como ciegos haciendo turismo en Canadá.

¿Pero cómo podemos hacer para ver la realidad como es? Hacia el final del video encontramos la clave:

«Las cosas más esenciales en la vida se perciben con el corazón».

Aquí yo propondría dos puntos:

Por un lado hay que tener fe… sí, fe. Pero la fe no es esa palabra bonita que se pone al final de un artículo de corte cristiano para terminar el diálogo y tratar de no parecer idiotas cuando sí lo somos… ¡No! «La fe — nos dice Cardenal Ratzinger— es una decisión por la que afirmamos que en lo íntimo de la existencia humana hay un punto que no puede ser sustentado ni sostenido por lo visible y comprensible, sino que choca con lo que no se ve de tal modo que esto le afecta y aparece como algo necesario para su existencia». Esta decisión es un don que hay que pedir a Dios porque, dada la naturaleza de las realidades que deseamos conocer, solo Dios puede revelárnoslas. En este sentido creo que la oración es el camino privilegiado para abrir los ojos e ir recibiendo y acogiendo el don de la fe.

Por otro lado, y yo creo que esto es un presupuesto de la fe, es esencial escuchar, hacer silencio en el corazón, cerrar los ojos para percibir cómo detrás de las realidades sensoriales palpitan realidades más profundas, realidades hondas que dan consistencia y fundamento a las primeras. Es decir, si la realidad toda está constituida por realidades que van más allá del mundo material, y que no son mera fantasía, pues entonces, en alguna medida, de alguna manera, llamémosle espiritual si quieren, estas realidades deben poder ser percibidas.

Para eso resulta indispensable esta actitud del corazón. Yo creo que un corazón abierto y perceptivo es un terreno ideal para que Dios siembre y cultive la fe.

¡Viva Canadá!