
El Señor en el Evangelio recuerda lo que supone de esfuerzo, lucha y sacrificio para la madre dar a luz. Sin embargo, cuando ya se ha producido el feliz alumbramiento ya no se acuerda de los momentos pasados. Algo así pasa cuando nos imbuimos desde hoy en la Cuaresma que comienza con este día de Miércoles de Ceniza. El origen de esta jornada data del siglo IV. La Iglesia Católica hizo el cálculo de la Pascua por el calendario de la luna en primavera.
Teniendo en cuenta que Cristo vivió su Misterio Pascual coincidiendo con la Pascua judía, el primer domingo de luna llena después del 21 de marzo es el Domingo de Pascua. De esta forma cuarenta y cinco días antes es la Cuaresma que prepara al cristiano para los Misterios Centrales de nuestra Fe. Si se puso el inicio de este Tiempo penitencial por excelencia en miércoles fue para cuadrar cuarenta días dado que los domingos, aunque entren dentro de la Cuaresma, evocan la Resurrección y nunca pueden ser jornadas penitenciales.
El número cuarenta tiene ese carácter bíblico ya que cuarenta son los años de peregrinación de Israel hasta llegar a la Tierra Prometida, cuarenta los días hasta que todo varon primogénito era presentado en el Templo y caurenta los días en que el Señor ayunó y oró en el desierto preparándose a su Obra Redentora. De ahí también la cuarentena ante cualquier dolencia o epidemia que recluía a los enfermos para recuperarse y evitar contagios. En el Tiempo de Cuaresma se suprime especialmente el Cántico del Aleluya.
El color litúrgico es morado. La Cuaresma se sustenta bajo tres pilares: la oración, el ayuno y la limosna. El ayuno obliga a hacerlo tanto Miércoles de Ceniza como Viernes Santo, mientras la abstinencia que es comer solamente pescado es todos los viernes de Cuaresma exceptuando este año el 25 de marzo, Solemnidad de la Encarnación derl Señor. El resto de viernes del año se puede sustituir por una obra de misericordia. La Ceniza que se impone este día se obtiene de quemar las palmas del Domingo de Ramos del año anterior.