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Misión, caridad y diakonía de la acción-formación social

La razón de ser de la Iglesia, según la Palabra de Dios, la Tradición y el Magisterio, especialmente a través del Concilio Vaticano II, es la misión evangelizadora: anunciar, celebrar y servir el Reino de Dios revelado en Jesucristo. Esta misión se centra en la caridad, el amor fraterno, la solidaridad y la justicia con los pobres.

El mandamiento de Jesús es amar al prójimo, fundamentado en el amor de Dios, buscando un Reino de fraternidad y justicia. La acción socio-caritativa de la Iglesia, basada en la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), es esencial para su misión evangelizadora. La caridad auténtica debe estar guiada por valores como la fraternidad, solidaridad, dignidad humana, justicia social y bien común.

El Papa Francisco advierte contra una caridad que se deforma en asistencialismo y paternalismo. La verdadera caridad debe luchar por la justicia social, con los pobres como protagonistas de su desarrollo. La caridad tiene una dimensión social y pública, buscando transformar las causas estructurales de los problemas e injusticias que afectan a los pobres.

La acción social de la Iglesia debe ir más allá de la asistencia inmediata y la formación laboral, incluyendo la justicia económica y social. Esto implica garantizar precios justos y evitar la contaminación y acumulación injusta de recursos. La DSI enseña que la dignidad del trabajador y sus derechos son prioritarios frente al capital y el beneficio, promoviendo una economía social y cooperativa.

Las causas de la pobreza y la injusticia social incluyen instituciones políticas y económicas injustas y mecanismos comerciales y laborales que violan la dignidad humana. La DSI insiste en una ética empresarial que respete la dignidad humana y promueva el desarrollo social. Es crucial combatir la usura y la especulación financiera para promover una economía ética que genere empleo y desarrollo humano.

La caridad verdadera, siguiendo a Jesús, se manifiesta en la solidaridad y la lucha por la justicia, y es inseparable de la eucaristía y la comunión con los pobres, siendo esta la base de la enseñanza de la Iglesia y la Palabra de Dios.

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