Djamel Guesmi, actor de origen argelino, relata su vida marcada por la adversidad y cómo encontró refugio en la fe cristiana. Nacido en 1959 en Vienne, Francia, en una familia musulmana, Djamel enfrentó múltiples dificultades desde joven. Sus padres huyeron de Argelia antes de la guerra de independencia, y en su hogar había poco dinero. Aunque eran piadosos, en su casa no había libros debido al analfabetismo de su madre.
A los 12 años, Djamel comenzó a tener problemas legales y sociales, sufriendo acusaciones injustas y una severa tartamudez que le impedía defenderse. A los 17 años, impulsado por un instinto de supervivencia, se trasladó a París, donde vivió en condiciones precarias, durmiendo en lugares públicos y realizando trabajos esporádicos. Durante este período, evitó caer en la drogadicción gracias al recuerdo de su padre.
La vida de Djamel empezó a cambiar cuando descubrió el teatro a los 24 años, estudiando bajo la tutela del director Jean-Laurent Cochet. Este encuentro le permitió aprender sobre la belleza del lenguaje y superar su sentimiento de encierro. Los textos cristianos que estudiaba despertaron en él un profundo interés por la Biblia y los Evangelios. La obra "Le Petit Pauvre", sobre San Francisco de Asís, resonó profundamente en Djamel, llevándolo a identificarse con el santo y a descubrir una nueva dimensión espiritual en su vida.
San Francisco de Asís se convirtió en una figura central para Djamel, inspirándolo a seguir sus huellas y abriendo su camino hacia el cristianismo. Finalmente, a los 38 años, se bautizó. Fundó la compañía teatral Les Tréteaux du Monde, y durante 35 años ha representado a San Francisco en diversos escenarios históricos y espirituales, llevando un mensaje de humildad y fe.
Djamel concluye que, al igual que San Francisco, ha abrazado la pobreza y dejado de buscar éxito y fama, encontrando una riqueza interior en su sencilla vida. Su historia, recogida en el libro "De mis desgracias surgió un tesoro", refleja un viaje de superación y fe inquebrantable.