Es un cortometraje donde los gestos y los significados son suficientemente profundos para poder cautivar y enseñar.
Una niña apasionada e inteligente sueña con hacer volar su pequeño avión. De pronto, recibe una visita inusitada e inesperada. Tras un accidente, otra niña de tamaño muy pequeño aterriza frente a ella. Tras las primeras impresiones, la niña más grande, sin juzgar y sin hacer muchas preguntas, entiende que la niña accidentada necesitaba volar nuevamente para reunirse con su gente.
Pone todo su esfuerzo y su talento en marcha y se vuelca totalmente en la empresa de ayudarla. Llenas de ilusión trabajan juntas para empezar a volar, pero las primeras veces no lo logran. Movida por la compasión y completamente comprometida con la niña pequeña, la niña mayor nota que su propio avión –aquel que había logrado construir con tanto esmero– podía servir para hacer que la otra niña vuelva con los suyos, que se alejaban cada vez más.
En un acto de total desprendimiento de la niña quién dona lo más preciado que posee y, ayudada del papel donde estaban sus diseños, permite que la niña vuelva a volar en su propio avión.
Los ojos de alegría de la niña en tierra revelan gráficamente aquello que San Pablo anuncia como palabras del mismo Señor: «Hay mayor alegría en dar que en recibir» (Hch 20, 35). Qué bueno sería que todas las personas que se cruzan por nuestro camino, incluso en medio de nuestras empresas, puedan recibir una mano que les permita volver a volar, pues todos nos podemos accidentar y pasar por situaciones difíciles en cualquier momento.