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San Antonio de Padua y el milagro de la copa intacta

San Antonio de Padua y el milagro de la copa intacta

Un caballero escéptico y hereje, llamado Aleardino di Salvaterra, se encontraba con su mujer y su familia disfrutando de un distinguido almuerzo en Padua.

En cierto momento, algunos comensales empezaron a hablar con grandes elogios de las virtudes de San Antonio, y de los prodigios que venía obrando.

Molesto con la conversación, Aleardino los desafió arrojando con fuerza y burla una copa de fino cristal desde la balconada del palacio, diciendo: “¡Si la copa no se rompe creeré lo que estáis contando!”.

La copa centelleó en el pavimento permaneciendo desconcertantemente intacta. Aleardino no salía de su asombro y la gente que por allí pasaba se arremolinaba queriendo saber por qué aquel vaso despertaba semejante expectación.

Aleardino –que no era tan duro de corazón como los hombres de nuestro tiempo– se convirtió, hizo penitencia y no dejó de proclamar las grandezas del Santo. Y aquella copa la guardó con auténtica veneración toda su vida como símbolo de su conversión.

En la actualidad, el gran vaso de vidrio, el más antiguo exvoto ofrecido al arca de San Antonio, se conserva en el Tesoro de la Basílica antoniana, ceñido elegantemente de una envoltura de plata, del siglo XIII.


Esta vidriera realizada en Francia por CH Lorin, en 1910, recoge la escena con vivo realismo. El centro de atención, lógicamente, es la copa. Arriba, tras la baranda, sentados a la mesa, vestida con lujoso mantel, aparecen algunos comensales. Otros, han bajado al piso inferior y contemplan lo ocurrido. Sobresaltado, un niño manifiesta su admiración abalanzándose hacia la copa para tocarla con sus propias manos.