Detengámonos un poco en el contraste entre casa y mercado: se trata, efectivamente, de dos modos distintos de presentarse ante el Señor

El Evangelio nos muestra una escena dura: Jesús expulsa a los mercaderes del templo (cfr. Jn 2,13-25). Jesús que echa a los vendedores, derriba las mesas de los cambistas y amonesta a todos diciendo: «No hagan de la casa de mi Padre un mercado » (v. 16). Detengámonos un poco en el contraste entre casa y mercado: se trata, efectivamente, de dos modos distintos de presentarse ante el Señor.

El Evangelio de San Marcos nos relata un episodio en el que Jesús libra a una persona poseída por un “espíritu maligno”. El diablo quiere encadenar nuestras almas, nos quita la libertad, siempre. (cf. Mc 1,21-28)

El Evangelio nos habla de Juan el Bautista, el precursor, y se refiere a él como la «voz del que grita en el desierto». El desierto, lugar vacío, donde hay comunicación, y la voz, medio para hablar, parecen dos imágenes contradictorias, pero en el Bautista se conjugan. (cf. Mc 1,1-8)

“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y al prójimo como a ti mismo”. Amor a Dios y al prójimo, inseparables el uno del otro. Detengámonos a reflexionar sobre esto. (cfr. Mt 22, 34-40)

Algunas enseñanzas de la parábola invitados a la boda. El rey –dice el texto– “envió a sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero éstos no quisieron venir” (cf. Mt 22,1-14)

El Evangelio nos presenta una parábola sorprendente: el propietario de una viña sale desde las primeras horas del alba hasta la noche para llamar a algunos jornaleros, pero, al final, paga a todos del mismo modo, incluso a los que han trabajado solamente una hora (cf. Mt 20,16)

Un agricultor, que ha sembrado buena semilla en su campo, descubre que un enemigo de noche ha sembrado en él cizaña, una planta de aspecto muy parecido al trigo, pero infectada. (cf. Mt 13,24-43)