Cuando un hermano en la fe comete una falta contra ti, tú, sin rencor, ayúdalo, corrígelo. Ayudar corrigiendo.
Pero, por desgracia, lo primero que se suele crear en torno a quien se equivoca son las habladurías, mediante las que todo el mundo se entera del error, con todos los detalles, ¡menos el interesado! Esto no es justo, hermanos y hermanas, esto no agrada a Dios. No me canso de repetir que los chismes son una plaga en la vida de las personas y de las comunidades, porque traen división, traen sufrimiento, traen escándalo, y nunca ayudan a mejorar, a crecer. Un gran maestro espiritual, san Bernardo, decía que la curiosidad estéril y las palabras superficiales son los primeros peldaños de la escalera de la soberbia, que no conduce hacia lo alto, sino hacia abajo, precipitando al hombre a la perdición y la ruina (cfr. Los grados de la humildad y la soberbia).
Hablar cara a cara
Jesús, en cambio, nos enseña a comportarnos de otra manera. Esto es lo que dice hoy: “Si tu hermano comete una falta contra ti, ve y repréndelo entre tú y él a solas” (v. 15). Háblale “cara a cara”, háblale lealmente, para ayudarlo a entender en qué se equivoca. Y esto hazlo por su bien, superando la vergüenza y encontrando el verdadero valor, que no es hablar mal de él a sus espaldas, sino decirle las cosas a la cara con mansedumbre y amabilidad.
Pero, podemos preguntarnos, ¿y si no es suficiente? ¿Y si no lo entiende? Entonces hay que buscar ayuda. Pero, ¡cuidado! ¡No la del grupito que chismea! Jesús dice: “Toma contigo una o dos personas” (v. 16), refiriéndose a personas que realmente quieran ayudar a ese hermano que ha obrado mal.
¿Y si sigue sin entender? Entonces, dice Jesús, involucra a la comunidad. Pero también en este caso, seamos claros: no se trata de poner a la persona en la picota, de avergonzarla públicamente, sino de unir los esfuerzos de todos para ayudarla a cambiar. Señalar con el dedo a las personas no es bueno; de hecho, a menudo hace más difícil que quien se ha equivocado reconozca su propio error. Más bien, la comunidad debe hacerle sentir a él o a ella que, a la vez que condena el error, está cerca de la persona con la oración y el afecto, siempre dispuesta a ofrecer el perdón, la comprensión, y a empezar de nuevo.
¡Me las pagaras!
Entonces, preguntémonos: ¿cómo trato a los que se equivocan contra mí? ¿Me lo guardo y acumulo resentimiento? “Me la pagarás”: esta expresión que nos viene tantas veces, “me la pagarás”. ¿Hablo acerca de ello a espaldas del otro?: “¿Sabes lo que ha hecho ese?”… ¿O soy valiente e intento hablar con él o ella? ¿Rezo por él o ella, pido ayuda para hacer el bien? Y nuestras comunidades, ¿se hacen cargo de los que caen, para que puedan volver a levantarse y empezar una nueva vida? ¿Señalan con el dedo o abren sus brazos? ¿Qué haces tú? ¿Apuntas con el dedo o abres los brazos?
(Ángelus. Plaza de San Pedro de Roma,
Domingo, 10 de septiembre de 2023)