Al poco de hacerle Papa, Benedicto XVI fue interpelado sobre cuál era el problema con el que primero iba a enfrentarme.

Ante los gravísimos y luctuosos acontecimientos que estamos viviendo y sufriendo en nuestro entorno y en todo el mundo, cuya enumeración sería muy larga, y que afecta  a millones de seres humanos que pierden  sus seres queridos, sus bienes materiales y toda esperanza de futuro, pues se quedan en la más completa miseria, me permito  formular una pregunta y es la siguiente: 

Ha dicho un gran pensador que, “las virtudes hacen los buenos tiempos, y los vicios los que los vuelven malos.”

Dicen que si el mundo gasta cierta cantidad de dinero en enseñar a leer a un niño, más adelante gastará mil veces más en enseñarle a disparar.

Un amigo me decía hace poco: “Padre, no entiendo, por qué los sacerdotes y la jerarquía de la Iglesia, en la situación convulsa del mundo actual, no hablan con más frecuencia del anuncio del fin de los tiempos, como claramente está predicho en el santo Evangelio (Cap 24 de Mt) para que, al menos los creyentes, vivamos despiertos ante lo que se nos viene a todos encima”. 

Hace falta en nuestra sociedad un afán de justicia y de paz, cosas muy necesarias para una buena convivencia ciudadana. 

Es positivo insistir sobre los valores humanos y religiosos porque así más de una persona puede ser un buen ciudadano, aunque hiervan entorno a ella todas las maldades del mundo pecaminoso.