Tanto antes de ser elevado al Solio Pontificio como desde este momento, el Papa Benedicto XVI se ha referido en muchas ocasiones a los ángeles y su importancia en el dogma católico y en la vida del cristiano y de la Iglesia, e incluso ha aludido a veces a su entrañable devoción personal hacia ellos desde niño y en concreto hacia el ángel de la guarda.
El día de la fiesta de los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, el 29 de septiembre de 2008, subrayó que “la presencia invisible de estos espíritus bienaventurados nos ayuda y consuela: ellos caminan a nuestro lado y nos protegen en toda circunstancia, nos defienden de los peligros y podemos recurrir a ellos en todo momento”. Por eso invitó a “invocar con confianza su ayuda, así como la protección de los ángeles custodios”. No dejó de recordar que “muchos santos mantenían con los ángeles una relación de verdadera amistad y hay muchos episodios que testimonian su asistencia en particulares ocasiones. Los ángeles son enviados por Dios ‘para asistir a los que tienen que heredar la salvación’, como recuerda la carta a los Hebreos, y por tanto, son un válido auxilio en la peregrinación terrena hacia la patria celestial”.
El 1 de marzo de 2009, glosando el evangelio del I Domingo de Cuaresma, se refirió de nuevo a los ángeles, “figuras luminosas y misteriosas”, quienes “servían a Jesús (Mc 1,13) y son el contrapunto de Satanás”. “Ángel”, explicaba el Papa, quiere decir “enviado”, y recordó que “en todo el Antiguo Testamento encontramos estas figuras que en el nombre de Dios ayudan y guían a los hombres. Basta recordar el Libro de Tobías, en el que aparece la figura del ángel Rafael, que ayuda al protagonista en tantas vicisitudes. La presencia reafirmante del ángel del Señor acompaña al pueblo de Israel en todas sus circunstancias buenas y malas. En el umbral del Nuevo Testamento, Gabriel fue enviado a anunciar a Zacarías y a María los alegres acontecimientos que están al comienzo de nuestra salvación; y un ángel, del cual no se dice el nombre, advierte a José, orientándolo en aquel momento de inseguridad. Un coro de ángeles trajo a los pastores la buena noticia del nacimiento del Salvador; como también fueron los ángeles quienes anunciaron a las mujeres la noticia gozosa de su resurrección. Al final de los tiempos, los ángeles acompañarán a Jesús en su venida en la gloria (Mt 25,31). Los ángeles sirven a Jesús, que es ciertamente superior a ellos”.
Lunes del ángel
Es de sumo valor la apreciación que el Papa hacía en esta misma alocución al advertir que “quitaríamos una parte notable del Evangelio si dejáramos aparte a estos seres enviados por Dios, que anunciaron su presencia entre nosotros y que son un signo de ella”. Y por eso exhortaba: “Invoquémosles a menudo para que nos sostengan en el empeño de seguir a Jesús hasta identificarlos con Él”.
Por otra parte, con motivo del llamado “lunes del ángel” (siguiente al domingo de Resurrección), a inicios de abril de 2010, Benedicto XVI profundizó en la figura del ángel y citó los textos de los evangelistas que describen al ángel vestido de blanco que anunció la Resurrección de Jesús a las mujeres que acudieron a su sepulcro. El Pontífice indicó que, según Tertuliano, Jesucristo, el Hijo de Dios, fue llamado “el Ángel de Dios Padre”, es decir, su anunciador. Y como Jesús fue el anunciador del amor de Dios Padre, “también nosotros debemos serlo de la caridad de Cristo: somos mensajeros de su resurrección, de su victoria sobre el mal y la muerte, portadores de su amor divino”. “Somos por naturaleza hombres y mujeres, pero recibimos la misión de ángeles, mensajeros de Cristo, que nos viene dado por el bautismo y la confirmación”; de manera especial, “a través del sacramento del Orden la reciben los sacerdotes, ministros de Cristo”.