Usted está aquí

El poder de un no

Las redes sociales, la publicidad y las tendencias nos bombardean con mensajes de consumo, moda y estilos de vida que a menudo parecen prometer felicidad instantánea. Sin embargo, detrás de esa fachada, muchas veces se esconden vacíos, ansiedades y una desconexión con lo que verdaderamente importa.

Decir “no” puede parecer una contradicción en una sociedad que constantemente nos dice “sí” a todo: “sí” a gastar más de lo que tenemos, “sí” a vivir bajo estándares irreales, “sí” a tendencias que no siempre nos benefician. Pero, en realidad, el “no” no es una renuncia al placer o al disfrute, sino una afirmación de nuestros principios y valores. Es un acto de libertad más grande, uno que nos permite elegir conscientemente aquello que nos construye en lugar de lo que nos destruye.

Jesucristo mismo nos mostró el valor del “no”. Rechazó el camino fácil cuando fue tentado en el desierto y se negó a sucumbir a las presiones que lo apartarían de su misión. Su ejemplo nos enseña que el “NO”, aunque incómodo o incluso doloroso, también es profundamente liberador cuando está arraigado en el amor y la verdad.

Para los jóvenes, este mensaje es especialmente relevante. Las presiones de amigos, las modas efímeras y las expectativas de la sociedad pueden ser abrumadoras. Pero mantenerse firme en los principios no es un signo de debilidad, sino de fortaleza. Decir “no” al consumo excesivo, a las relaciones tóxicas o a los hábitos destructivos es decir “sí” a una vida más plena, auténtica y con propósito.

Alguien podría preguntarse: “¿Cómo encuentro la fuerza para decir ‘no’ cuando todo a mi alrededor me empuja en la dirección contraria?”. La respuesta está en recordar quiénes somos y hacia dónde queremos ir. Nuestra identidad como hijos de Dios y nuestra vocación nos llaman a algo más grande que seguir el flujo de una corriente que muchas veces no nos lleva a nada. Como dice San Pablo en su carta a los Romanos: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento” (Rom 12,2).

Cada vez que decimos “no” a lo que nos aparta de nuestro verdadero propósito, estamos diciendo “sí” al plan que Dios tiene para nosotros. Estamos eligiendo el amor, la paz y la alegría que no se encuentran en las modas pasajeras, sino en una vida vivida con integridad y propósito.

Pienso que los jóvenes no deberían permitir que las voces del mundo les hagan renunciar a aquello que son. Ser valientes para plantar cara a la superficialidad que les rodea. Decir “no” no es un acto de rebeldía sin sentido, sino la reivindicación –con respeto, claro está– de la dignidad y seguridad que confiere la fe. Eso ayuda a mirar adelante, hacia lo que da luz y esperanza, y a recordar que cada “no” bien dado es, en el

fondo, una afirmación de lo mejor que se lleva dentro. Por más que suene raro o fuera de lugar, la verdadera libertad no está en seguir al rebaño, sino en elegir el camino que lleva a la verdad y a la belleza  auténticas.