Tal fenómeno no es exclusivo del catolicismo, sino de las otras confesiones cristianas e incluso las religiones no cristianas. Así se puso de manifiesto en el Congreso y la Declaración de Compostela sobre Turismo y Peregrinaciones, celebrado bajo el patrocinio de la Organización Mundial del Turismo y diversas organizaciones de carácter nacional e internacional. Las diversas intervenciones pusieron de relieve la referencia a Santiago de Compostela como referencia de espiritualidad, tradición y cultura como algo esencial a todo camino de peregrinación.
Reto y compromiso
Esta referencia compostelana es un reto y un compromiso para la Iglesia de Santiago y de los agentes de pastoral de nuestro país. Este impulso no es de hoy. Tiene una historia de renovación desde hace más de un siglo. Desde el año 1885, Año Santo y fecha de remate del proceso de reconocimiento y autentificación de las reliquias del Apóstol, conservadas en Compostela, la devoción y el entusiasmo por la peregrinación no cesó de suscitar iniciativas de renovación en los diversos ámbitos de la vida religiosa, cultural, económica, social, etc... tanto en Galicia como en otros países y naciones. Se crearon numerosos centros y publicaciones en poblaciones y centros vinculados a los caminos de Santiago, se recuperó la peregrinación como gesto humano y acto religioso hasta el punto de que, en nuestros días, la peregrinación a Santiago vuelve a ser uno de los fenómenos más atractivos con connotaciones culturales y turísticas, pero cuya motivación fundamental sigue siendo expresión de una religiosidad popular inserta en el corazón de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. No cabe duda que el protagonista es el Pueblo en su acepción amplia, con gentes de otros credos e incluso agnósticos o no creyentes, pero con él han sabido conectar los prelados compostelanos de los últimos decenios. Ellos han dado aliento espiritual e implicado a las más diversas instituciones para una renovada atención a los peregrinos.
La peregrinación a Santiago continuaba viva desde los siglos altomedievales pero, no cabe duda, que la iniciativa del arzobispo compostelano M. Payá y Rico (1875-1886) de acceder a lo que quedaba del sepulcro apostólico, bajo la pretensión de hacer una limpieza de los muros y pavimento de la Catedral, tenía una pretensión más amplia tal como señala él mismo: “simultáneamente resolvimos hacer un reconocimiento subterráneo en el presbiterio y tras el altar mayor, con el fin de ver si podíamos hallar algún residuo siquiera de los cimientos del primitivo sepulcro en que fue colocado el cuerpo del Apóstol... y algunas Reliquias” . Gracias a la fina sensibilidad del canónigo don Antonio López Ferreiro, encargado de las excavaciones, en la noche del 28 al 29 de enero de 1879, aparecieron detrás del altar mayor los restos de tres varones. Después de un largo proceso, el papa León XIII, mediante la Bula Deus Omnipotens del 1 de noviembre de 1884, anuncia y ratifica que tales restos son los del Apóstol Santiago y de sus discípulos, Teodoro y Atanasio. No cabe duda que se trata del punto de partida de una nueva era en todo lo relativo a la peregrinación, la religiosidad popular y el acervo cultural del hecho jacobeo.
Los caminos europeos
En esta nueva etapa de la peregrinación a Santiago no son sólo importantes “los caminos” que nacen en Francia, sino todos “los caminos” de Europa y el mundo entero, porque en todos ellos han dejado su impronta los peregrinos que buscaban aprender la ardiente lección de aquel Apóstol de Jesús. Hoy como ayer a Compostela se dirigen gentes de todas las condiciones: pobres que después volverán felices; enfermos que volverán sanos; gentes de corazón hostil que encontrarán en seguida la paz; crueles que se volverán mansos; avaros transformados en generosos; testigos falsos que se convertirán en hombres justos y leales: “el que llega triste, vuelve contento” nos dice el Códice Calixtino.
En palabras del actual arzobispo compostelano “en el camino de Santiago, el peregrino aprende, comprende y vive; y, al volver, enseña como testigo lo que ha visto, lo que ha escuchado y ha vivido”. En su Carta Pastoral “Peregrinos por gracia” señala: “el hombre de hoy, vacío por su superficialidad, necesita concentrarse, y respondiendo a la llamada de la trascendencia, orientar y dirigir sus pasos hacia la auténtica meta, hacia el premio de la llamada celestial de Dios en Cristo Jesús. Así, la conversión significa cambiar de camino, de modo de pensar y de actuar dentro de la propia vida” . A lo largo de la historia ha habido diversos tipos de peregrinos. Sabemos que los reyes Alfonso II el Casto y Fernando II peregrinaron como penitentes, buscando el perdón de los propios pecados y de sus parientes. Otras personas peregrinaban para redimir las propias penas, fueran civiles o eclesiásticas. Algunos debían hacer la peregrinación de forma humillante. Había además peregrinos por comisión, y no faltaban tampoco falsos peregrinos. Si la historia es maestra de la vida ella nos hará comprender que, igualmente en esta nueva etapa de la peregrinación, nos encontremos con los más diversos modos y motivos en las personas que emprenden el Camino.