El otro día estuve comiendo con un viejo amigo y, entre los muchos asuntos que hablamos, tratamos el tema de la adicción a los móviles y la televisión.
Carlos –me dijo–, cuando yo me casé tomé dos decisiones importantes en mi vida: la primera casarme y formar una familia y la otra no tener televisión en casa.
Sin intentar disimular mi asombro le pregunté cómo había conseguido que lo aceptara su mujer. Ningún problema, me dijo. A ella le parecía estupendo, en la casa de sus padres no se veía.
De esa forma, cuando empezaron a llegar los hijos crecían ya en un ambiente sin televisión, no la echaban en falta.
Pero la batalla de una educación sana no termina ahí. Desde hace unos años los móviles están trastornando el ambiente de paz doméstico. Cuando los niños llegan a los 11 ó 12 años empiezan a pedirte un móvil.
Y ahora, ¿qué vas a hacer? –le pregunté–. Pues adelantarme al problema y no dejar que ellos pongan sus condiciones.
¿Queréis un móvil? Vale. ¿Para qué lo queréis? ¿Para hablar con vuestros amigos? ¿Para que os tengamos localizados? Muy bien. Acto seguido mi amigo se fue a una tienda y compró varios aparatos del modelo más antiguo que tenían, de los que sólo sirven para hablar por teléfono, sin acceso a internet.
De esta forma se había adelantado y cortado de raíz las excusas por las que insistentemente me pedían el móvil. Y, también, es verdad, los niños cuando vayan a la casa de algún amigo o salgan por ahí, podrá localizarlos o ellos a él con una simple llamada: eso aporta cierta tranquilidad.
Pero la cosa no para ahí, ahora ya no se vive sin whatsapp. Se comunican entre sí, se forman grupos de amiguitos de whatsapp para cualquier evento o hobby en común, y en verdad resulta práctico. ¿Cómo sortear el problema?
Pues con mucho ingenio mi amigo en breve va a comprar un móvil bueno, exclusivopara la casa, que permanezca sobre el aparador del salón. Nadie puede llevárselo. Un móvil de uso común para los hijos, hasta que sean mayores. Al menos habrá retardado el problema y, sobre todo, habrá sorteado esas edades tiernas en las que los niños son muy vulnerables.
Si quieres ganar la batalla del móvil con tus hijos tienes que ir varios pasos por delante y poner tú las condiciones. En caso contrario, te exigirán cada vez más y, al final, el móvil, el internet y las redes sociales serán el enemigo que tienes en casa y destruirá la convivencia familiar y, peor todavía, los expondrá a múltiples peligros sin contar con la adicción a que se verán sometidos cada vez más.
No obstante, en el salón de la casa tiene una pantalla grande de ordenador, para que puedan jugar a ciertos videojuegos o para ver todos algún programa de televisión concreto o película. Pero eso de darle al botón del mando y sentarse a “consumir” lo que echen… ¡ni hablar!