En una ocasión, un adolescente recibió una fuerte reprimenda de sus padres porque había robado varios días seguidos en el quiosco próximo a su casa. Entre otras cosas le dijeron que “tenía las manos demasiado largas” y, por tanto, debía corregir esa actitud. Dicha expresión no se le olvidó. Es más, pocos días más tarde se le vino a la cabeza cuando por casualidad escuchó un texto bíblico que decía: “si tu mano te hace pecar, córtatela” (Mt 9, 43). El niño, movido por el arrepentimiento, tomó una fatal determinación: cogió un machete y cortó una de sus manos. Esta áspera historia no es más que un cuento que fue imaginado por un novelista con el fin de demostrar lo que puede pasar al interpretar la Biblia al pie de la letra y sin consultar a nadie. Supongamos que el ejemplo fuera cierto. Si el niño hubiera preguntado a un sacerdote católico, este le habría dicho que la frase no
hay que interpretarla al pie de la letra ya que se trata de una figura literaria.
Lo que el texto quiere decir es que, si por ejemplo, tu trabajo te da muchos beneficios económicos y comodidad, pero se trata de un negocio sucio que repercute en contra del bienestar de la sociedad, debes dejarlo. Cuando el protestante se acerca al texto sagrado lo hace pensando que la Biblia, por ser Palabra de Dios, es inteligible por sí misma. El origen de esta postura radica en la famosa enseñanza “¡Sólo la Biblia!”, con la que Lutero defendía la interpretación personal del texto bíblico y rechazaba la Tradición y el Magisterio. Por el contario, para un católico estos dos elementos son importantes. El libro sagrado nació y se formó lentamente dentro de una larga tradición, el pueblo de Israel en el AT y la Iglesia en el NT, y por ello no se puede prescindir de la Tradición a la hora de interpretar el texto. De hecho, antes que fuera puesta por escrito la Biblia, ya había una Tradición viva del mensaje divino en la predicación, catequesis, celebraciones, etc. Junto a ello es importante el Magisterio (enseñanzas del Papa y los obispos) porque supone para nosotros una garantía de auténtica interpretación, puesto que sus voces corresponden a las de los sucesores de los mismos apóstoles. Son guías en el ejercicio de la hermenéutica.
Libre interpretación
Puesto que cada fiel debe interpretar la Sagrada Escritura de acuerdo a lo que le inspire el Espíritu Santo, las Biblias protestantes –a diferencia de las católicas- carecen de notas, de un aparato crítico, ya que este coartaría la libertad de interpretación. Si bien, en este sentido podríamos argumentar que este principio no se respeta totalmente, ya que al traducir el texto bíblico se está realizando un ejercicio de interpretación, puesto que en muchas ocasiones se ha tenido que elegir entre las diferentes versiones que de un mismo texto podemos encontrar en diversos manuscritos. Igualmente, tampoco se respeta dicho
principio cuando el pastor comenta los textos bíblicos en sus homilías.
Una persona que acepte la máxima de que la Biblia debe interpretarse individualmente, debe limitarse a darle a los demás un ejemplar de la Biblia en las lenguas originales y que se arregle solo.
Sin pretender ofender a nadie, pero siendo justos con la historia, tenemos que reconocer que el libre examen de la Biblia dentro del protestantismo ha dado origen a un gran libertinaje interpretativo. Esto ha conducido a adoptar posturas fundamentalistas respecto al texto bíblico, o por el contrario, a considerarlo simplemente como una obra humana. Sin embargo, no debemos quedarnos con una visión negativa en esta cuestión. El protestantismo ha demostrado un gran amor por la Biblia, convirtiéndola en el centro de sus encuentros. Esto ha conducido a que, si bien en la hermenéutica (interpretación) del texto muchas veces no coincidan protestantes y católicos, en la exégesis (estudio), con mucha frecuencia los católicos se apoyan en tratados de protestantes, ya que tienen una mayor y rica producción.