Su título es sin lugar a dudas muy sugerente: “Una mente en paz”. Pero los títulos de cada capítulo no lo son menos. Veamos.
En su parte primera, “Vivir
bien” vemos estos apartados:
– Autoconscientes
– Puros de corazón
– Tenaces
– Pobres de espíritu
– Fiables
– Nobles
En su segunda parte, “Sentir
bien” vemos estos otros:
– Resistentes
– Atentos
– Cuidadosos
– Creativos
– Perspicaces
– Expirementados
Y en su tercera parte, “Pensar
bien” vemos estos otros:
– Estudiosos
– Verdaderos
– Razonables
– Decididos
– Sabios
– Humildes
He querido transcribir el índice porque su enumeración resulta todo un ideario.
Un ideario que viene apoyado al inicio de cada capítulo con una frase de la Escritura. Pero son consideraciones que tocan los aspectos más personales, más humanos, los que nos afectan en nuestro día a día. Reflexiones de alto contenido saludable. Porque no hay nada tan bueno para la salud como gozar de paz en el corazón.
Varios de sus capítulos están dedicados a explorar los distintos niveles de las emociones y sentimientos, y a la forma de ordenarlos y dirigirlos adecuadamente. Porque “somos mucho más que nuestros sentimientos y, si no somos máquinas, tampoco somos animales.”
“No somos máquinas. Los robots ejecutan acciones que han sido determinadas por los estímulos mecánicos y eléctricos que se les aplican. Aunque empleemos metáforas propias de las máquinas para describir la actividad humana, y viceversa, sabemos que existe una diferencia insalvable entre nosotros y ellos. En el mejor de los casos, la inteligencia artificial replica las consecuencias de la inteligencia humana en su conducta, pero no la inteligencia en sí. Cuando programamos un ordenador para que aprenda o para que hable, no estamos creando una inteligencia viviente.
La computadora que sabe y recuerda, en realidad, ni sabe ni recuerda; da igual lo convincente que resulte cuando dice «Te amo» o «No quiero morir», porque el hecho
de que sea un robot hace que no creamos en su sinceridad. Nadie piensa que las máquinas sean capaces de mostrar un vínculo personal, angustia por la mortalidad ni ninguna otra inquietud humana.
A diferencia de los ordenadores, tenemos sentimientos, emociones y conciencia de nuestro entorno. Cuando una persona busca la paz, en gran medida se debe a que esos sentimientos, emociones y percepciones requieren de disciplina, coordinación y orden. Sin orden, la atención se vuelve difusa, distraída, confusa, sospechosa e ineficaz. Con
orden, la atención está concentrada y dirigida, es fiable y da fruto.”
“Somos los responsables de ordenar nuestras acciones hacia un fin conocido. A diferencia de las máquinas y de otros animales, por tanto, nosotros sí podemos hablar de autodominio o de autocontrol. Elegimos, gobernamos nuestra actividad y sentimos la responsabilidad de hacerlo bien, por mucho que nos tiente ignorarlo. Este poder, el de elegir y actuar, es la clave para alcanzar la paz.”
“Una mente en paz – Cómo ordenar el alma
en la era de la distracción” Joshua P. Hoschschild
y Christopher O. Blum. Ediciones Rialp.