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Consejos de un abuelo

Pedrito tenía una hermosa habitación con todos los elementos infantiles propios de sus ocho años de edad, y además de todo lo moderno (como el ordenador, que sabía manejar

muy bien), también, en un rincón, conservaba una pizarra, que había sido del abuelo, y que la tenía en mucha estima, tal vez por las cosas que Pablo le refería de cuando él utilizaba la pizarra.

Por el buen camino

Un día Pedrito confesó a su madre, a la hora de comer y sometido a preguntas por parte de ella, que había tenido una discursión con un compañero.

El abuelo le dio sanos consejos, y además, una especie de “ t r a v e s u r a ” atrevida caló en su mente…

A q u e l l a noche, cuando Pedrito estaba profundamente dormido, sigilosamente, con una pequeña linterna en la mano, el abuelo entró en la estancia y escribió en la pizarra: “Soy un Ángel”, cada noche escribiré unas palabras en tu pizarra. Haz caso de mis palabras. La de hoy es: “Compañe-rismo”.

Pablo, el abuelo, no tenía sensación alguna de cometer un engaño, y de si eso era del todo correcto, pero sí podemos asegurar que le guiaba la mejor intención y que pensaba que, pasado un tiempo, explicaría la verdad al niño.

Siempre quieren lo mejor para sus hijos y nietos…

Su “Plan” era ayudarle a ser y portarse mejor.

El chiquillo quedó sorprendido ante el mensaje, incluso muy emocionado. Comprendió el mensaje y a la mañana siguiente hizo las paces con su rival, detalle que explicó durante la comida con la satisfacción de Sofía y el Abuelo.

Cada mañana Pedrito leía el mensaje y lo borraba, pero, para no olvidarlo o por deseos de modernización, lo escribía en su ordenador hasta que había cumplido el consejo.

Actitud que le dejaba muy tranquilo y feliz…

Así pues, el día que Pedrito contestó mal a su madre, en la pizarra encontró escrito, las palabras de hoy son: “Ser buen hijo”.

El día que llevó malas notas, encontró las palabras de: “Debes estudiar mucho”…

Y se aplicó estudiando.

Aquel “Trata-miento” estaba dando muy buenos resultados en la conciencia del chiquillo y al mismo tiempo le proporcionaba paz, dentro de lo que cabe en la inquietud de una edad temprana.

Una mentira

Un día dijo en casa una mentira patente. Sofía y Pablo se miraron significativamente, pero le dejaron, se miraron algo extrañados, eso sí. Sofía no sabía nada del “asunto de la pizarra”. Y olvidó el caso. Pero a la mañana siguiente en la pizarra estaba escrito: Las palabras de hoy son: “No mentirás”…

Pedrito se avergonzó un poco y dejó aquel mensaje marcado en su ordenador por unos cuantos días, y así evitó decir nuevos embustes.

Y así iban transcurriendo los días y las noches.

Los buenos consejos, nos llevarán por buen camino…

“Sé limpio”. “Deja de mirar tanta televisión”. “Respeta al maestro”. “Haz un poco de ejercicio”. “No te pelees”. “Cuida tus libretas y libros”. “Sé compasivo con los animales”. Todo en relación con las cosas que hacía o que decía. Y poco a poco, el chico iba adquiriendo muy buenas costumbres, porque hacía mucho caso de lo que podríamos llamar: “La pizarra mágica”… –¿Verdad, padre, que el niño se porta cada día mejor?–Cierto Sofía, hija, está más educado, formal, más tranquilo y sosegado, hasta come más finamente; parece que esté aconsejado por alguien…

Y el abuelo reía interiormente y callaba su secreto.

Llegó el cumpleaños de Pedri Pedrito, iba a cumplir o sea cumplió, sus nueve años de edad. El abuelo le regaló un capricho y le pidió que saliera con Él a pasear o a tomar un helado, porque tenía que contarle algo.

Pedrito contento, accedió.

–Sí abuelo, un helado.

–Pero ¿me escucharás atentamente?

–Claro. –¿Y me perdonarás si lo crees conveniente…?

Y salieron hacia la cafetería. Sorprendentemente, Pedrito entendió y no sintió enfado alguno.

–Bueno abuelo, algun Ángel te inspiraba a Ti. Y yo sin esfuerzos aprendí mucho.

–¡Cuánto me alegro, Pedrito, de que no estés enfadado!

Todo lo hice para bien y tú ahora eres mucho mejor que antes.

–Ademas ¡Ya tengo nueve años!…El abuelo le dio un cariñoso beso. Unos días después, repentinamente, el abuelo Pablo tuvo un ataque cardiaco y no hubo remedio, subió al cielo, donde las Almas

Buenas…

Pedrito lloró mucho, y añoró aquellos misteriosos mensajes en la pizarra, pizarra que siempre guardaría porque tenía un sitio en su corazón. Más que el ordenador y demás cachivaches.

Aquella mañana despertó llorando.

Sus ojos, nublados por las lágrimas, veían la pizarra frente a él, no muy claramente.

¡Pero sí! De súbito pudo leer en la pizarra: “La palabra de hoy es AMOR”.

El último mensaje

Gran emoción en su Alma infantil. ¡Tenía que ser el último mensaje del abuelo!. Después de frotarse los ojos y encender la luz, ya no pudo ver el mensaje. Pero aquella palabra quedó muy presente en su corazón para siempre.

Y dijo sollozando: “Sí, abuelo, mucho AMOR”…