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Creer a pesar del sufrimiento

Peregrinación a Santiago de Compostela

Creer se ha vuelto más difícil, porque el mundo en el que nos encontramos está hecho completamente por nosotros mismos y en el que, por decirlo así, Dios ya no aparece directamente. Ya no se bebe directamente de la fuente, sino del recipiente que se nos presenta ya lleno. Los hombres se han construido el propio mundo, y encontrarle a Él en este mundo se ha convertido en algo muy difícil. Esto no es específico de España, sino que es algo que se constata en todo el mundo, de manera particular en el occidental en la presente coyuntura. Por otra parte, Occidente viene hoy tocado fuertemente por otras culturas, en las que el elemento religioso de origen es muy poderoso, y quedan horrorizadas por la frialdad que encuentran en Occidente por lo que respecta a Dios. Y esta presencia de lo sagrado en otras culturas, aunque quede velada de muchas maneras, toca nuevamente al mundo occidental, nos toca a nosotros que nos encontramos en el «cruce» de tantas culturas. Y también desde lo más profundo del hombre en Occidente, y en Europa especialmente, surge la búsqueda de algo «más grande». Vemos que en la juventud aparece la búsqueda de ese «más»; vemos cómo en cierto modo el fenómeno religión -como se dice- vuelve, aunque se trata de un movimiento de búsqueda a menudo indeterminado. Pero con todo esto la Iglesia está de nuevo presente, la fe se ofrece como respuesta.
Es necesaria una racionalidad más amplia, que ve a Dios en armonía con la razón, y es consciente de que la fe cristiana que se ha desarrollado en Europa es también un medio para hacer confluir juntas razón y cultura y para integrarlas también con las acciones en una visión unitaria y comprensiva. En este sentido creo que tenemos un gran deber, es decir, mostrar que esta Palabra, que nosotros poseemos, no pertenece -por decirlo de algún modo- a los trastos de la historia, sino que es necesaria precisamente hoy.