En la parte superior de nuestros crucifijos encontramos una inscripción: INRI. Los cuatro
evangelistas coinciden en señalar que se trata de la acusación que hicieron a Jesús para conducirlo hasta la muerte: «Jesús Nazareno, Rey de los judíos». San Lucas y San Juan recogen un detalle muy significativo: el letrero estaba escrito en griego, latín y hebreo para que todo el mundo que pasara por allí lo pudiera leer. Esto nos indica que en la Palestina bajo dominio romano de la época de Cristo convivían tres culturas con sus respectivas lenguas, ya señaladas, amén del arameo y otras lenguas y dialectos menos importantes. Es lógico, por tanto, que las tradiciones bíblicas que se iban transmitiendo de forma oral, fueran puestas por escrito en estos idiomas que eran utilizados por la gente. De lo contrario, el texto bíblico que fue redactado originariamente en hebreo, arameo y griego, tan sólo llegaría a un puñado de personas. Encontramos así diferentes versiones de la Biblia:
TÁRGUMES: tras el periodo en el que una parte importante del pueblo judío fue exiliado a Babilonia hasta la llegada de los persas, muchos núcleos de población ju- día se quedaron asentados fuera de Israel. Esto hizo que, con el tiempo, no entendieran bien el
hebreo y, por tanto, los textos que se leían en las sinagogas. Se comenzó así a potenciar la traducción de estos al arameo, que más tarde, al reunirse por escrito se les llamó Targums.
SEPTUAGINTA: se trata de la traducción más antigua del AT al griego. Se realizó en Alejandría (Egipto) entre los años 260 al 150 a.C. También se le conoce como Biblia de los LXX y esta denominación procede de una explicación envuelta en leyenda acerca de su origen. El rey Ptolomeo invitó en Egipto a 72 ancianos judíos de habla griega (6 de cada una de las 12 tribus de Israel) para realizar la traducción. Después de 72 días de trabajo en la isla de Pharos, el cometido fue concluido exitosamente. Otra tradición añade que todos los traductores fueron puestos en habitaciones separadas y se les dijo que produjeran su propio texto separado. Cuando se completó la tarea, los traductores los compararon todos y se descubrió que cada uno era milagrosamente idéntico a los demás. El valor de la Septuaginta radica en que fue muy utilizada en la Iglesia primitiva. De cada 7 citas del AT que aparecen en el NT, 6 están tomadas de esta versión.
VULGATA: en el siglo II d.C., al ser sustituido el griego por el latín en el habla común, comenzaron a surgir traducciones latinas. Con el paso del tiempo fueron tantas las versiones que el Papa Dámaso encargó a San Jerónimo, un gran erudito de los siglos IV y V, la producción de un texto latino estable. Este tradujo directamente del hebreo, del latín antiguo y del griego. La versión toma su nombre de la frase vulgata editio (edición divulgada). Desde el Concilio de Trento (1546) se le considera como Biblia oficial de la
Iglesia Católica Romana.
Con el paso del tiempo han ido surgiendo miles de traducciones de la Biblia, hasta convertirla en el libro más traducido de la historia.
Podemos encontrarla en prácticamente todos los idiomas y dialectos del mundo, e incluso numerosas versiones dentro del mismo idioma. Esto es signo del carácter universal de su mensaje. Ante tal variedad es lógico que surja la pregunta: ¿qué Biblia leer o comprar?
La respuesta a esta pregunta varía en función de la intención: estudio exegético, aproximación a su teología, lectura sencilla, etc. Aun así, lo que debe primar es la garantía de que la traducción está realizada por expertos, conocedores del idioma, del contexto social, de la teología, etc.