Es, la historia que nos narra el Génesis, lugar de encuentro de turbulentas pasiones, de héroes y traidores, de aventuras prodigiosas, de promesas y protestas, pero, sobre los sentimientos que rodean a sus protagonistas, es paraje de sueños. Sueños de vida y de muerte, de gozo y tristeza, de abundancia y escasez, de amor y desamor.
Al mirar la vida, que bulle a nuestro alrededor, podríamos pensar que son pocas las circunstancias que, desde los nebulosos tiempos del relato bíblico, han cambiado sobre la tierra. Si esto fuera así, que parece lo es, podría afirmar, con el escritor alemán, que, desde siempre y para siempre: El hombre es de la misma materia de los sueños.
José, vendido por sus hermanos, llega a la tierra de los faraones. Su honestidad, su dedicación, su trabajo y su inteligencia, le permiten medrar, aún sin perder su calidad de esclavo ni la altivez de pertenencia a su familia, a su tribu. La pasión de su dueña tienta su cuerpo, mas su elevado espíritu, le permite adoptar la decisión correcta y alejarse de la tentación.
Tiempo para pensar
La Justicia no valora la palabra del esclavo cuando se enfrenta a la denuncia del ama, José es enviado a la mazmorra del Faraón. La soledad de la cárcel es un buen lugar para pensar. El tiempo en soledad, hace posible meditar la venganza contra los hermanos, que siendo carne de su carne, le traicionaron, contra su ama, que, negado el capricho de su orgullo, le precipitó a su lóbrega existencia, contra el mundo, que le había tratado de manera injusta.
Cuando no piensa, sueña. Por su propia naturaleza, los sueños no son ni buenos ni malos, son, sueños, Representaciones idealizadas de un incierto futuro, un futuro, a veces deseado, a veces, rehuido. Un copero y un panadero, ambos al servicio del faraón, acuden a él. Solicitan su ayuda para desentrañar sus sueños, parte de su futuro. El porvenir es, aparentemente caprichoso, a unos les otorga la dicha, a otros, les arroja al mundo de las tinieblas. ¿Existe una razón para interpretar las decisiones del futuro? Seguramente, sí. Solo que no todo lo que ocurre a nuestro alrededor está al alcance de nuestro entendimiento.
El odio no beneficia
José prevé la dicha del copero y la desgracia del panadero. Con el tiempo, la dicha del copero traerá su fortuna. Su futuro nos descubrirá que sólo odian los tristes de corazón. El odio es un sentimiento que no beneficia a nadie, que enferma a quien es presa de él.
José acabará casándose con la hija de Putifar, marido de la orgullosa mujer rechazada, y viviendo feliz, a la sombra del faraón, con su padre y sus hermanos. Un juicio apresurado nos intentaría convencer de que nos hallamos ante la historia de una emigración. Una opinión más profunda nos hablaría del amor de un hombre hacia los suyos, de la materialización de un sueño en el que se cumple el eterno deseo de las personas por mejorar su manera de vivir. Sin embargo, asistimos a la materialización de los sueños de un idealista.
Soñar es ponerle colores a nuestra existencia, desear que algo rompa nuestra habitual rutina, elevarnos sobre los quehaceres de cada día. Dejar vagar nuestra imaginación para construir nuevos mundos. Crear un momento de poesía entre nuestros habituales problemas. Confieso que me gustaría soñar más, imaginarme relajado, bajo la esfera celeste, frente a las olas del mar. Ahora que lo pienso, debiera aprovechar uno de estos primeros días del año, cuando el día comienza a ganarle minutos a la noche, para soñar el mundo que me gustaría ayudar a construir. Un mundo más humano, más amable, más feliz. Un mundo en el que se reivindicara el uso del amor, la libertad, la caridad y la fraternidad. Un mundo al que deberíamos aspirar y por el que deberíamos luchar.
No me gusta el lugar al que nos conducen las actuales corrientes ideológicas que rigen nuestro mundo. Prefiero soñar que otra realidad es posible. Una realidad sin odios, sin guerra, sin personas angustiadas por sus problemas, por el hambre, el paro o la injusticia. Quiero soñar en una Sociedad en la que el amor sustituya al odio, el perdón, a la venganza, la justicia a la opresión. Reivindico el derecho de soñar. De desear que se repita la historia de José y de otros como José. De personas que son capaces de devolver bien por mal, de defender un futuro diferente. Quiero tener fe en mis sueños, creer que, entre todos, somos capaces de construir un mundo como el que soñó José para su hermano pequeño, Benjamín.