Dos errores ha tenido el paganismo sobre la condición de la mujer en la sociedad humana. El paganismo antiguo, el que precedió a Jesucristo, hacía a la mujer esclava. La sometió a los viles caprichos del hombre, y la redujo a la condición de una cosa de las más despreciables de la casa.
En cambio, el paganismo moderno, que es mucho más culpable que el paganismo antiguo, porque supone en unos la apostasía de la fe, en otros el menosprecio de la revelación y en muchos la incredulidad y la indiferencia ha querido hacer de la mujer en estos últimos tiempos un ser o igual o superior al hombre, llamado a regir los destinos de la humanidad.
Doctrina de la Iglesia
Ambos errores son igualmente execrables, y ambos han sido y son condenados por la Iglesia. Nuestro Señor Jesucristo, en el capítulo XIX, ver. 4 del Evangelio de San Mateo, decía a la muchedumbre que le escuchaba: “¿No habéis leído que Dios hizo al hombre varón y mujer?”
Y el Apóstol San Pablo, en el capítulo XI de su primera carta a su discípulo Timoteo, dice: “Dios creó primero al varón y luego a la mujer”. Y en el sagrado libro del Génesis se nos refiere en qué forma creó Dios al hombre y de qué modo creó a la mujer.
Y en estas palabras de Nuestro Señor debemos fundarnos para conocer la condición de la mujer, que no puede ni debe exteriorizarse en modo alguno, so pena de destruir la humana sociedad.
Si peligrosa fue la tendencia errónea del paganismo antiguo, no menos peligrosa es la tendencia heretical del paganismo moderno.
El hombre es la cabeza, la mujer el corazón
El gran Doctor de la Iglesia, Santo Tomás, examina en su Summa Teológica una cuestión que es sobremanera importante. La cuestión es la siguiente:
“¿Por qué Dios no creó a la mujer de los pies del hombre? ¿Por qué no la creó de la cabeza del hombre, sino que la creó del costado del mismo?” Y dice, muy ingeniosa y oportunamente y con mucha verdad, que el hecho de que Dios crease a la mujer del costado del hombre tiene una significación altísima, que debemos tener en cuenta. “Dios no creó a la mujer de los pies del hombre –dice Santo Tomás de Aquino– para denotar que la mujer no debe ser esclava del hombre, ni la creó de la cabeza del mismo, para indicar que la mujer no es la dominadora del hombre, el director de los intereses de la familia, sino que debe estar sometida, como dice el Apóstol San Pablo, al hombre como a su cabeza.”
En cambio, dice el Santo Doctor: ¿Por qué quiso Dios crear a la mujer del costado del hombre? Para indicar que la formaba como del corazón del hombre, porque ella había de tener en la sociedad de la familia, que es sociedad divina fundada por el mismo Dios, el lugar del corazón. El hombre sería la inteligencia, sería la fuerza para defender a la familia de los peligros de fuera, y la mujer sería el amor, sería el corazón para intervenir en la vida íntima de la familia.
¡Ah! si siempre hombres y mujeres hubieran tenido en cuenta esta consideración doctrinal, del Santo Doctor de Aquino, ¡de qué diverso modo se hubieran conducido en sus teorías y sobre todo en sus prácticas!
La cabeza se yergue, el corazón se guarda
La mujer está, por tanto, llamada por Dios para ser el corazón de la familia. La cabeza se lleva erguida sobre los hombros en actitud de dominar el corazón se lleva escondido en el pecho, que es la fuente de la vida en el ser humano. ¡Cómo se defiende el Corazón!... Si éste se hiere gravemente, gravemente peligra la vida del hombre.
He ahí una aplicación práctica de uno de los apologistas insignes de nuestro siglo, que insistía en este carácter de la mujer, que es el que representa de verdad su significación en la familia y en la humana sociedad.
Es necesario preservar el corazón de la corrupción, y, como veis, ahí es donde se dirigen los ataques de los enemigos de la humana sociedad, ya que bien saben ellos que al herir de muerte el corazón de la familia, se corrompe el corazón de la misma.
¡Con qué respeto!
¡Con qué veneración hemos nosotros de considerar estas palabras del Santo Doctor, el “Ángel de las Escuelas”! La misión que Dios confía a las mujeres cristianas, es la de conservar por medio de la vida de familia, la vida moral y la vida material de la sociedad.
Corrompido el corazón viene la muerte
El corazón se guarda siempre; no se lleva ostensible, expuesto a los peligros exteriores, como se lleva la cabeza. Y aquí está uno de los grandes defectos de la época moderna, que quiere hacer cabeza del corazón, con lo cual se imposibilita la vida y viene inmediatamente la muerte.
Extracto de la Instrucción Doctrinal pronunciada
por el Cardenal Segura, en la Cuaresma
de 1948. “En torno al VII Centenario de
la Conquista de Sevilla”, págs. 191 y ss. Editorial
Católica Española, S.A. Sevilla.