Los ángeles son mencionados 148 veces en el Antiguo Testamento y 74 en el Nuevo: por lo tanto, el testimonio de la Sagrada Escritura es incontestable ante la cuestión de su existencia, pues habla de ellos de forma abundante y da por hecho que son seres espirituales reales creados por Dios.
En la Biblia aparecen por lo general como mensajeros de Dios (de ahí su nombre), encargados por Él para una misión o para transmitir un mensaje.
Los ángeles en el Antiguo Testamento
En el Pentateuco nos encontramos con frecuencia con la figura del “ángel del Señor” y de los ángeles en conjunto. Aquél, que en algunos pasajes puede aparecer prácticamente identificado con el mismo Dios, es el protector del pueblo elegido de Israel: “mi ángel marchará delante de ti” (Ex 23, 20-23). Pero ya antes, en el Génesis, unos querubines guardan la entrada del paraíso después del pecado original (Gen 3, 24), un ángel detiene el brazo de Abraham cuando va a sacrificar a su hijo Isaac (Gen 22, 11- 12), dos ángeles protegen a Lot en la destrucción de Sodoma y Gomorra (Gen 19), Jacob ve en sueños
una escala por la que suben y bajan los ángeles de Dios (Gen 28, 12), él mismo lucha con el ángel del Señor y recibe a partir de entonces el nombre de Israel (Gen 32, 24/25- 32/33), etc.
En los textos que narran la cautividad de los judíos en Babilonia y los tiempos posteriores, destacan también algunos acontecimientos como la protección brindada por un ángel a los tres jóvenes en el horno (Dan 3, 49-50) y a Daniel en el foso de los leones (Dan 6, 21/22- 22/23), así como la mención hecha del ángel Miguel como protector del pueblo hebreo (Dan 10, 13.21; 12, 1). En la descripción de los hechos vividos en la restauración hebrea tras el exilio, cabe señalar la referencia del libro de Nehemías al ejército celestial que adora a Dios (Neh 9, 6). En fin, sin duda sobresale también la misión desempeñada por el arcángel San Rafael en el libro de Tobías o Tobit.
Son importantes asimismo las alusiones de algunos profetas a ciertos coros angélicos, como los serafines en el libro de Isaías (Is 6, 2-7). En los Salmos, los ángeles actúan habitualmente como ejecutores de la voluntad divina y alaban constantemente a Dios, formando una corte o consejo a su servicio. A veces se les denomina “los santos” o “los hijos de Dios” (Sal 28/29, 1; 89, 6-8). El frecuente nombre de “Dios de los ejércitos” (Yahveh Sabbaoth) en los Salmos hace referencia habitualmente a los ejércitos celestiales,
angélicos, a quienes muchas veces se pide que le alaben, poderosos y obedientes a Él como son (Sal 101/102, 20). En este libro también se les presenta con cierta frecuencia como protectores en el camino: “Porque sus ángeles te enviará para que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevará para que tu pie no tropiece en ninguna piedra” (Sal 90/91, 11-12), promesa con la que luego Satanás trataría de tentar a Nuestro Señor Jesucristo en el desierto.
En fin, hay que recordar la importancia que los ángeles adquieren en la literatura rabínica y apócrifa del Antiguo Testamento, especialmente en el libro de Henoc y el segundo libro de Esdras, así como en la literatura esenia. En todos estos textos, aparecen como numerosos, omnipresentes, invisibles pero luminosos, inmortales, irresistibles para los enemigos de Israel, dotados de un conocimiento muy superior al humano, ágiles, etc. En algunos libros apócrifos del Antiguo Testamento, donde se observa una cierta especulación sobre ellos, se recogen los nombres de los siete arcángeles.