Por eso, ¡qué buena ocasión para ayudar, conversar e interesarnos por lo del otro la otra, empatizar y mostrarnos solícitos y abiertos en todo momento!
Hay un proverbio árabe que dice que “quien no comprende una mirada, tampoco comprenderá una larga explicación”. En la comunicación con los hijos las palabras son importantes, pero lo que es determinante es esa actitud afable y acogedora. De ahí que un propósito bueno para este verano puede ser incorporar a nuestro modelo pedagógico el concepto de desarrollo personal a través de comentarios oportunos y sugerencias acertadas.
Propongo, como idea de fondo para cuando se dé alguna discrepancia o descontento en la convivencia familiar, plantearnos un modo amable de afrontar dicho fastidio con frases como “no te entiendo, inténtalo de otra forma”, “no me agrada lo que has hecho, pero eso no significa que no te quiera” o utilizar la comunicación no verbal si notamos que nuestros sentimientos se desbordan y las palabras pueden llegar a herir. Hay un gesto que utilizan los entrenadores en baloncesto formando una T con las dos manos, con el que solicitan un “Tiempo muerto”, que sirve para corregir lo que no va y, en nuestro caso, podemos utilizarlo como una señal que enviamos a la otra, al otro, para retirarnos a la habitación y calmarnos o reflexionar.
Cualquier iniciativa, cualquier ensayo de este tipo, da muy buenos resultados porque protege la armonía familiar y se transmite a los hijos que para ser respetado es necesario aprender a respetar, a comprender a la otra persona, a no emitir juicios que pueden hacer daño y evita el discriminar a los demás por su forma de entender las cosas. Por eso, con esta propuesta todos mejoramos en ser flexibles y tolerantes con quien no piensa igual que nosotros, no comparte nuestros gustos e intereses o, simplemente, es diferente… Y eso prepara para una convivencia sana.