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“¡Ella puede curarme!”

Escritor

Incrustada entre imponentes montañas, aquella pintoresca aldea invitaba a sus habitantes a vivir con el alma puesta en los más elevados pensamientos. Tal vez por eso construyeron la iglesia matriz en el punto más alto del lugar, desde donde se divisaba un panorama encantador.

Para participar en la Misa, encuentro entre la tierra y el Cielo, o para venerar las reliquias e imágenes de sus santos patronos, los aldeanos tenían que subir hasta la cima de la montaña. Se diría que para penetrar en las realidades celestiales necesitaban alejarse todo lo posible de las terrenales.

De sus abuelos recibió todo su cariño y afecto

Allí nació y creció Giovanna. Siendo aún muy pequeña perdió a sus padres en un accidente y entonces se hicieron cargo de ella sus abuelos, de quienes recibió todo su cariño y afecto, pero principalmente una sólida formación católica. Su gran devoción a la Virgen le daba fuerzas y confianza para enfrentar las dificultades de la vida, marcada ya por el sufrimiento desde tan tierna infancia.

Se casó con Homero, un joven distinguido y honesto, y la Providencia bendijo su matrimonio con tres hijos: José, Amanda y Pedro. No obstante, el trabajo de su marido era poco gratificante y agradable, pues se veía obligado a viajar mucho por los pueblos vecinos e incluso ir con frecuencia a la capital. Influenciado por algunos compañeros durante esos desplazamientos. Homero fue distanciándose de la Iglesia y acabó abrazando otras creencias, arrastrando a Giovanna, la cual se dejó llevar sin mucha convicción…

Cuando el benjamín de la casa tenía 4 años, la peste asoló la región, cobrándose numerosas vidas. No había familia en la aldea que no estuviera afectada por la epidemia y Giovanna perdió a su esposo; poco tiempo después, el pequeño Pedro tampoco resistió y también murió.

Trabajar para sustentar a su familia

Con dos niños que cuidar, y mucha amargura en su alma, sólo pensaba en trabajar para sustentar a su familia. Siguió practicando la religión de su difunto esposo, pero su abuela, ahora ya muy mayor, le aconsejaba que le pidiera ayuda a María Santísima; sin embargo, Giovanna había cerrado completamente su corazón a los favores de la Madre de Dios.

A José, que tenía 8 años, le gustaba mucho jugar con Felipe, el hijo de su vecina, y ambos siempre iban a una gruta cercana a sus casas, que albergaba una bella imagen de Nuestra Señora de Lourdes. Allí se pasaban horas charlando. Felipe le transmitía  todo lo que aprendía en la catequesis, incluso el rezo del Rosario, que empezaron a recitarlo diariamente. Algunas veces jugaban a celebrar Misa, porque Felipe era monaguillo y quería enseñarle también a su amigo cómo ayudar en la celebración.

Le diagnosticaron una avanzada leucemia

Un día, José se despertó sintiéndose muy mal. Su madre, preocupadísima, lo llevó al médico. Después de una serie de pruebas, ¡le diagnosticaron una avanzada leucemia! El tiempo pasaba y su situación se agravaba de forma acelerada…

Al ver el estado en que se hallaba el niño, y con lo amargada que ya estaba, Giovanna se encontraba al borde de la desesperación. Se llevó a su hijo a la capital y, sin escatimar gastos, recorría los consultorios médico más prestigiosos; pero José empeoraba cada día y fue desahuciado por los especialistas. Entonces regresaron a la aldea, a fin de esperar la muerte…

Mamá, ¡sé quién puede curarme!

En una fría mañana, ardiendo en fiebre, el pequeño dijo:

-Mamá, ¡sé quién puede curarme!

La madre pensó que su hijo deliraba. No obstante, sintió curiosidad y le preguntó quién sería. Y él le respondió:

-Cerca de casa, en el bosque, hay una gruta y allí una imagen muy bonita de la Virgen. Mamá, por favor, ¡ve a buscarla! ¡Ella puede curarme!

Tales palabras calaron hondamente en el corazón de Giovanna. ¿Cómo era posible que José tuviera tanta devoción a María si habían hecho desaparecer de su hogar cualquier cosa que la recordara? Un sentimiento de remordimiento y nostalgia le tocó el corazón, y grandes lágrimas empezaron a recorrer sus mejillas…

Mientras estaba sintiendo que la gracia llamaba a la puerta de su alma para invitarle a que volviera al camino abandonado, presentía la muerte de su hijo. Desde el punto de vista humano, ya había hecho de todo para restablecerle la salud, pero sin éxito. ¿Por qué no atender su petición?

Acompañada por la pequeña Amanda, se dirigió a la gruta que le había indicado José y encontró a la imagen de Nuestra Señora de Lourdes cubierta de polvo y suciedad, pues hacía mucho tiempo que los niños ya no podían ir a visitarla. La cogió en sus brazos y se la llevó a su casa, donde la limpió con cuidado.

Con una sonrisa en los labios

Cuando entró en la habitación de José y éste vio a su protectora, rezó en voz alta, con una sonrisa en los labios y los ojitos brillantes de fiebre:

-Señora, oí en la clase de catecismo que me dio Felipe, que una petición tuya hizo que Jesús transformara el agua en vino en una fiesta de boda en Caná de Galilea. Por eso te pido continuar viviendo, pues deseo mucho recibir el pan de vida eterna en la Santa Misa.

Exhausta por el sufrimiento y por las noches en claro. Giovanna no podía creer lo que estaba viendo: cuando el niño terminó su oración, se durmió tranquilamente. Unas horas más tarde se despertó sin fiebre diciéndole:

La  Virgen me ha curado

-Mamá, ahora me siento muy bien. Sé que ha sido la Virgen la que me ha curado.

En efecto, le volvió el color y estaba lleno de energía. Giovanna lo llevó al médico y éste no entendía el cambio radical experimentado: el cuadro clínico del niño era del todo distinto…

¡José estaba realmente curado!

Sin embargo, una transformación aún mayor había sido obrada en su madre que, venciendo la amargura, se abandonó en los brazos de la Madre de Dios. A partir de entonces se reconcilió con la Iglesia y no sólo sintió restaurada su antigua devoción a María, sino que ahora la poseía con más ardor.

José hizo la Primera Comunión junto con Felipe y Amanda, la cual, siguiendo los pasos de su hermano, también se preparó con esmero para recibirla. Y aquella familia pasó a ser, en adelante, un testimonio de fe para todos los habitantes de la región.