Para llegar al cielo, primero hay que pasar por una realidad obligatoria para todos: la muerte. Muchas personas –fruto de la descristianización de nuestra sociedad- huyen de esta realidad, y es frecuente que ni quiera oír hablar de ella, al pensar que es la última estación de un tren que no conduce a ningún lugar.
Como dice el autor: para buena parte del mundo de hoy, la muerte es un tabú anticuado que molesta. Hay que silenciarla. Este planteamiento ha incidido, sin duda, en que la realidad del cielo sea ignorada, poco predicada, como alejada del día a día, siendo, por el contrario, el estado eterno para los bienaventurados, y la gozosa última parada del tren de nuestra existencia. Porque para los cristianos la muerte es la puerta del cielo, el ingreso en la vida, en la vida misma de Cristo resucitado, vida real, personal, llena de luz y de gozo. Pues de todo ello se puede leer en estas páginas. El autor es el Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, un verdadero experto en personas que han alcanzado la bienaventuranza definitiva.