En la actualidad cualquier persona puede tener acceso al texto bíblico en un idioma que conozca. Según expertos, la Biblia al completo ha sido traducida a casi 700 idiomas, pero solo el Nuevo Testamento ha sido traducido a más de 2000 idiomas. Sin embargo, en último lugar estas versiones son traducciones del texto original que estaba en hebreo, arameo o griego.
El hebreo fue la lengua que Israel se encontró y adoptó al llegar a Canaán, la Tierra Prometida. Se convirtió así en el idioma común de los israelitas hasta su destierro a Babilonia (587 a.C.), y en el que se redactaron la mayoría de los libros del AT. Gráficamente se escribe de derecha a izquierda y está formado por 22 consonantes, ya que las vocales no se escribían. Para explicarlo pondré un ejemplo. En alguna ocasión, seguramente te haya llegado por Whatsapp u otro medio el reto de leer un texto escrito sólo con consonantes y… sin mucho esfuerzo ¡somos capaces! El hebreo es algo así. Sin embargo, a partir del s. VVI d.C. se incorporaron a la escritura signos vocálicos. La causa se debe a que con la dominación musulmana el hebreo comenzó a ser sustituido por el árabe, lo que trajo consigo un creciente olvido de la pronunciación exacta del texto bíblico. Para evitar esto los masoretas (quienes continuaron la tarea de los antiguos escribas) incorporaron un sistema de acentos y de vocales que se expresaban a través de puntos y trazos.
Cuando el pueblo israelita fue deportado a Babilonia adoptó el arameo. Este poco a poco fue suplantando al hebreo en la vida ordinaria, hasta el punto de que en la sinagoga, después de la lectura del texto bíblico en hebreo, se hacía necesario traducirlo al arameo para que los allí presentes lo entendieran de forma correcta. En el AT encontramos textos cuyo original está en arameo (Jr 10,11; Esd 4,8-6,18; 7,12-26; Dn 2,4b-7,28). Conviene destacar que Jesús hablaba arameo, pues era la lengua predominante en el tiempo en que vivió.
Con la conquista de Oriente por parte de Alejandro Magno una nueva lengua fue introducida: el griego. Junto a ella se expandiría toda una cultura: el helenismo. Esta lengua llegaría a tomar mucha fuerza hasta el punto de convertirse en el habla común del Imperio romano, puesto que permitía entenderse a los pueblos de occidente y de oriente medio. En griego están redactados los últimos libros del AT (Sabiduría, 2 Macabeos y algunas partes de Daniel y Ester – hay otros libros que quizá fueron escritos originariamente en hebreo, pero solo nos han llegado en griego: 1 Macabeos, Judit y Tobías), y todos los libros del NT. Llegados a este momento conviene introducir una precisión: el griego bíblico no es puramente el griego común que se hablaba en el momento, sino que está plagado de semitismos. Intentando buscar una causa a este hecho, se han presentado dos hipótesis. Por una parte hay quienes dicen que los autores de estos
libros, al ser palestinos, cuya lengua madre era el arameo, no pudieron evitar ciertas influencias. La otra posible interpretación sostiene que los textos del NT redactados en un griego más complicado son traducción de un original en arameo o hebreo.
En conclusión, esta variedad de idiomas es signo del proceso lento y múltiple en el que se fue forjando la Biblia. Al mismo tiempo, constituye una cierta dificultad a la hora de estudiar el texto puesto que exige el conocimiento del idioma original en que fueron redactados. Hay una expresión italiana que dice traduttore, traditore (el traductor es un traidor). Apoyarnos en las traducciones puede resultar muy peligroso por la cantidad de matices y giros que se pueden perder. Por tanto, el estudioso de la Biblia ha de ser una persona docta en estos idiomas.