Ejerció su ministerio como capellán de las Cortes, pero en ningún momento descuidó el apostolado, atendiendo y ayudando a las clases marginadas. Su vida plena en virtudes hacia el pueblo hizo que el monarca Víctor Manuel II (1820-1878) reconociese su magnífico servicio en el aspecto social.
Contemporáneo de San Juan Bosco (31 de Enero), intercambió con él sus grandes ideas sobre instituciones de beneficencia. Ayudó en los orfanatos, guarderías, casas de asistencia para jóvenes abandonadas, conservatorios, enseñó idiomas para la formación de maestros, etc.
Fundó la congregación de Hermanas Vicentinas de María Inmaculada en 1869, conocidas como Hermanas Albertinas.
Por humildad, declinó el nombramiento episcopal. Murió en Lanzo Torinesse, el 30 de Septiembre de 1876. El 3 de Septiembre de 1984 fue beatificado por el Papa Juan Pablo II.