Tres generaciones reunidas al calor de la chimenea. Los abuelos, como patriarcas, sentados plácidamente en sendos sillones, contemplan con satisfacción la alegría y movimiento de hijos y nietos.
Unos bolos en el suelo, el caballo de madera, la cuerda de saltar o la “pluma” del bádminton, muestran que ha habido mucha animación, e incluso que los más pequeños ya están acostados.
La madre –corazón de la familia– los reúne ahora en torno al piano para cantar villancicos y las consabidas músicas familiares (en mi casa, por ejemplo, nunca faltaban el himno al Corazón de Jesús, el de Infantería, o la banda sonora de “El tercer hombre”).
Sentada en el suelo, tras haber declamado algunos de los poemas del libro entreabierto que sostiene en su mano, una de las hijas descansa protegida por el afecto de su padre.
Año tras año la escena se repite, aunque ligeramente modificada por la huella del tiempo en todos ellos.
En un primer momento el cuadro, típicamente victoriano, podría parecernos un tanto estático y casi artificial, al menos para nuestra sensibilidad latina. Nada tan alejado de la realidad. Hay una verdadera “comunicación de almas” entre todos. Cada uno tiene la posibilidad de expresarse, de manifestar sus cualidades. Ellos son los protagonistas. La vida fluye de ellos, no del exterior, de los móviles, ni de la odiosa televisión.
Es un ambiente en el que se respira serenidad, compostura y respeto. Los niños crecerán inhalando estas virtudes domésticas que les prepararán para disfrutar de las alegrías legítimas de la vida y enfrentar con ánimo las dificultades que también entraña.
VIDA
Walter DendySadler nació en Dorking (Inglaterra) en 1854. A los 16 años decidió dedicarse a la pintura. Dos años después expuso ya en la Galería de Dudley. Su pintura es costumbrista, y a veces un tanto mordaz y cómica. Solía tomar como modelo para sus cuadros a los vecinos del lugar. Sus cuadros pueden ser admirados en numerosos museos del Reino Unido. Murió en noviembre de 1923.