Convenció al rey Carlos VII de expulsar a los ingleses de Francia y éste le dio autoridad sobre su ejército en el Sitio de Orleans, la batalla de Patay y otros enfrentamientos en 1429 y 1430. Estas campañas revitalizaron la facción de Carlos VII durante la Guerra de los Cien Años y permitieron la coronación del monarca. Como recompensa, el rey eximió al pueblo natal de Juana de Domrémy del impuesto anual a la corona. Esta ley se mantuvo en vigor hasta hace aproximadamente cien años.
Tras caer prisionera en manos del conde de Luxemburgo fue capturada por los borgoñones y entregada a los ingleses por un rescate digno de un rey. Con la idea de demostrar que Juana era una bruja y declarar a Carlos VII como usurpador, al haber llegado a ser rey gracias a las “diabólicas maquinaciones de una hereje”. El Obispo Cauchon se prestó para esta intriga política, pero esta ilegalidad del proceso era tal, que Juana de Arco rechazó la legitimidad apelando al Papa, pero encerrada en la cárcel militar, no pudo hacer llegar su voz a Roma y sus enemigos la condenaron a la hoguera. Este atroz suplicio tuvo lugar en Rouen el 30 de Mayo de 1431.
Estos actos de este suceso fueron revisados entre (1450-1456) y con la absolución de la imputada, comenzó una gran veneración a la valiente Juana de Arco. En 1920 el Papa Benedicto XV la elevó al honor de los altares.