Emamuel Phillips Fox, autor del cuadro que hoy nos entretiene, había nacido en Fitzroy, centro bohemio de Melbourne (Australia), en el seno de una familia de abogados, cuyo bufete aún existe. Como era costumbre en la carrera de los artistas, pasó varios años perfeccionándose en Europa. Aquí, en la costa norte de Francia, en Normandía, pintó el muelle de las barcas que cruzan la desembocadura del río Touques, llevando a las personas de Trouville a Deauville.
La intensidad de colores y los reflejos de la luz en el agua son un verdadero regalo para la vista. Un caballero, en el propio sentido de la palabra, da con suavidad su mano a esta dama para que se apoye y acceda con seguridad a la barcaza, que mantiene enganchada al bolardo un curtido barquero. Detrás, vemos a una niñera con un bebé en los brazos, al que protege del brillante sol con una sombrilla. Todas las señoras, además de su sombrilla, lucen elegantes sombreros. Sus ligeros vestidos blancos, hasta los pies, o con vistosas listas de rayas azules, con canesús y encajes, nos transmiten un aire de frescor: ¡es verano, y van a dar un paseo por la playa de Deauville!
La escena la suavidad y el buen gusto de una época en la que las relaciones humanas era el mayor de los entretenimientos. Una época en la que primaba la distinción y la dignidad sobre la supuesta “comodidad” en el vestir de nuestros días, que lleva a la vulgaridad y termina frecuentemente en la inmoralidad.