A lo largo de mi vida he leído múltiples interpretaciones del anterior pasaje. Nunca me he considerado cualificado para construir la mía propia, pero sí diré, que el párrafo me parece una bella expresión de la filosofía humana que Jesús intentó transmitir a sus discípulos. Se ha demostrado históricamente que la ayuda mutua fue un comportamiento muy extendido entre los primeros cristianos. Para ellos, aspirantes perpetuos a gozar de la vida eterna, las propiedades materiales eran tan poco importantes que podían permitirse desprenderse de ellas sin ningún padecimiento.
El principio de fraternidad, aplicable al comportamiento narrado en el párrafo anterior, era normal entre personas que se consideraban hermanos e hijos de Dios. Con el paso del tiempo la relación entre los diferentes pueblos se complicó y, no se puede ocultar, que grande fue la disputa entre los teólogos que discutían el derecho de los cristianos a poseer esclavos, bien que, finalmente, en la Baja Edad Media, se determinara que éstos, debían ser de otras razas y religiones. Célebre es la discusión suscitada con motivo de la llegada de los marinos españoles al Nuevo Mundo y su encuentro con los nativos de aquellas tierras: los indios. Tanto los Reyes Católicos como sus descendientes se vieron en la obligación de legislar sobre las Encomiendas de indios.
Muy pronto, en el seno de la Iglesia, se levantaron voces críticas contra la esclavitud de los indios americanos, muchos de ellos, convertidos al cristianismo. Por ello, me parece especialmente gráfica la Declaración de Derechos de Virginia, realizada por los fundadores de los EEUU de América en el año 1776. En su artículo primero se cohonestan tres ideas que me parecen fundamentales, diría más, básicas para la construcción de nuestro actual mundo.
- · La igualdad. “Todos los hombres son por naturaleza igualmente libres e independientes y poseen ciertos derechos inherentes a su persona.
- · El derecho a la búsqueda de la felicidad y la seguridad.
- · El derecho a disponer de los medios necesarios para adquirir y poseer la propiedad.
Con el derecho a gozar de los medios para poseer una propiedad se posibilita la erradicación de la pobreza. Regresemos, por un momento, a los Hechos: “Entre ellos no había indigentes”. La felicidad y la seguridad se la otorgaba el reconocimiento de su nuevo estatus: La nueva fe y la constatación de la Resurrección de Jesús, les hacía felices, estaban seguros de ganar la vida eterna. Los creyentes, no sólo tenían un mismo corazón y una sola alma, sino que eran hijos de Dios, por lo que todos se sentían iguales.
Los mismos Constituyentes, hacían, algunos artículos más adelante, una afirmación relevante: ...Los beneficios de la libertad no pueden conservarse sino por una firma adhesión a la justicia, moderación, templanza, austeridad y virtud… Desde ese momento, los tiempos han cambiado tan bruscamente que nadie pensaría que los sucesores de quienes realizaron aquella declaración sean algunos de los que dirigen el rumbo de nuestra Sociedad Occidental. No podemos olvidar que EEUU es el país que más excluidos tiene en el mundo. Por ello, a veces, creo que es interesante volver la mirada hacia atrás y recordar algunos de los principios que ayudaron a construir nuestra cultura, muchos de ellos, basados en el Cristianismo.
La recuperación de la Fraternidad, tan necesaria en estos días en los que las distancias entre las diferentes clases sociales se hacen abismales. La confusión entre ayuda y limosna, o lo que es lo mismo, entre caridad y dádiva, se hacen especialmente dolorosas en un mundo en el que el sufrimiento se ha instalado entre nuestros antiguos compañeros, quienes profesan nuestras mismas ideas y forman parte de nuestras familias.
Son, cada vez, más numerosos, los estudios que hablan de los múltiples padecimientos generados por las situaciones de pobreza y necesidad. Esas enfermedades, muchas de ellas crónicas, se ciernen sobre nuestro futuro y el de la generación de nuestros descendientes como una amenazadora nube cargada de negros presagios. Aunque sólo fuera porque el mal es contagioso, debiéramos realizar un esfuerzo por preservar la dignidad de nuestros hermanos, de todos los humanos que padecen hambre, de todos aquellos que han sido violentamente expulsados de sus trabajos o de sus hogares, en definitiva, de nuestra Sociedad. De quienes no pueden vivir con dignidad. Porque, recordémoslo, la dignidad, la libertad y la capacidad de acceder a los recursos para lograr la propiedad, son derechos inherentes a los seres humanos.