La devoción a la Inmaculada Concepción de María es muy querida y de fuerte arraigo en el pueblo español, donde desde muy antiguo saludamos a la Santísima Virgen con la fórmula “Ave María purísima – sin pecado concebida”. Los pinceles de Murillo, a quien este año se conmemora, y sin olvidar los de otros pintores de fama internacional como Velázquez y Zurbarán, plasmaron de un modo magistral esta devoción.
La Inmaculada Concepción fue proclamada oficialmente Patrona de España en 1760 por concesión del Papa Clemente XIII en la bula Quantum Ornamenti, en respuesta a la solicitud del rey Carlos III y de otros reyes españoles anteriores. El 8 de diciembre de 1857, a los tres años de proclamar el dogma, el Beato Pío IX hizo construir en la plaza de España de Roma un monumento a la Inmaculada y, al bendecir la imagen sobre una columna frente a la embajada de España, declaró al embajador: “Fue España la Nación que, por sus reyes y por sus teólogos, trabajó más que nadie para que amaneciera el día de la proclamación del dogma de la Concepción Inmaculada de María”. La Santa Sede tiene concedido a España el privilegio de utilizar el azul celeste como color litúrgico para la fiesta.
En efecto, teólogos como Ramón Llull y Juan de Segovia habían defendido en la Edad Media este privilegio mariano, que entonces sólo era una “opinión piadosa” dentro de un debate en el que había férreos opositores a ella. Los franciscanos españoles, entre ellos el cardenal Cisneros, promovieron su culto y su devoción, y Santa Beatriz de Silva junto con la sierva de Dios Isabel la Católica y todo el círculo femenino de ésta (entre ellas, Beatriz Galindo y la también sierva de Dios Teresa Enríquez) dieron origen al nacimiento y la expansión de la Orden de la Inmaculada Concepción: las concepcionistas, primera Orden contemplativa femenina en pasar a América.
La Patria, “la tierra de los padres”
La Inmaculada fue proclamada oficialmente Patrona del Arma de Infantería en 1892, pero en realidad lo venía siendo desde el siglo XVI, sobre todo con motivo del milagro de Empel en 1585, obrado a favor del Tercio de Zamora. Asimismo las Universidades españolas instauraron el “voto de la Inmaculada” en los siglos XVI y XVII, por el que profesores y estudiantes se comprometían a defender el privilegio mariano. Escritores de la talla de Quevedo fueron firmes inmaculistas.
Pongamos las necesidades de España, nuestra Patria, en manos de María. La Patria, como la entendían los antiguos, es “la tierra de los padres”, la herencia de nuestros antepasados; y por ello, el amor a la Patria deriva del amor filial, del cuarto mandamiento de la Ley de Dios. Y si España, como dijera San Juan Pablo II, es “tierra de María”, pongámosla bajo el manto de María. Como recordaran éste y otros Papas anteriores, a María se la ha invocado en España secularmente como “la Virgen” por antonomasia, desde que San Ildefonso de Toledo defendiera en un bello tratado su virginidad perpetua. ¿Qué región de España no cuenta con santuarios marianos importantes? Basta recordar sólo algunos nombres como el Pilar, Montserrat, Guadalupe, el Rocío, la Peregrina, Aránzazu, el Henar, el Lluc o los Desamparados, entre otros muchos.
En su último viaje a España en 2003, cuando San Juan Pablo II se dirigió a España como “España evangelizada, España evangelizadora”, tenía presente que el nombre de María ha estado unido a la historia y al ser cristiano de España, como él mismo señaló. En efecto, el culto a la Virgen ha estado presente desde los albores de la cristianización de España y la tradición piadosa une la aparición de la Virgen sobre el Pilar de Zaragoza con la venida del Apóstol Santiago. Y cuando siglos después los misioneros españoles llevaron la fe a América y a otras partes del mundo, siempre portaban la devoción a María. En el Nuevo Mundo, los españoles fundaron ciudades bajo el patrocinio de la Virgen, como Asunción y Concepción, sin que debiéramos olvidar el origen mariano del nombre completo de Buenos Aires, La Paz o Los Ángeles, entre otras. Por tanto, en “tiempos recios” para España, no dejemos de invocar a la Virgen, recordando que el rey Alfonso X el Sabio fundó una Orden naval bajo el nombre de “Santa María de España”.