La mirada de Zaqueo
Se trata de un publicano, es decir, de uno de aquellos hebreos que recaudaban los impuestos por cuenta de los dominadores romanos -un traidor a la patria- y que se aprovechaban de su posición. Por este motivo, Zaqueo era rico, odiado por todos y señalado como pecador. El texto dice que «era pequeño de estatura» (v. 3), y con esto quizá alude también a su bajeza interior, a su vida mediocre, deshonesta, con la mirada siempre dirigida hacia abajo. Pero lo importante es que era bajito. Y sin embargo, Zaqueo quiere ver a Jesús. Algo lo empuja a verlo. «Se adelantó corriendo -dice el Evangelio- y se subió a un sicómoro para verle, porque iba a pasar por allí» (v. 4). Se subió a un sicómoro: Zaqueo, el hombre que dominaba todo, hace el ridículo, va por el camino del ridículo para ver a Jesús. Pensemos qué sucedería si, por ejemplo, un ministro de economía se subiese a un árbol para ver algo: se arriesga a las burlas. Y Zaqueo se arriesgó a que se burlasen de él para ver a Jesús, hizo el ridículo. Zaqueo, en su bajeza, siente la necesidad de buscar otra mirada, la de Cristo. Aún no lo conoce, pero espera a alguien que lo libere de su condición - moralmente baja-, que le haga salir de la ciénaga en la que se encuentra. Esto es fundamental: Zaqueo nos enseña que, en la vida, nunca está todo perdido. Por favor: ¡nunca está todo perdido, nunca! Siempre podemos dar espacio al deseo de recomenzar, de reiniciar, de convertirnos. Y esto es lo que hace Zaqueo.
La mirada de Jesús
En este sentido, es decisivo el segundo aspecto: la mirada de Jesús. Él ha sido enviado por el Padre a buscar a quien se ha perdido; y cuando llega a Jericó, pasa precisamente bajo el árbol en el que está Zaqueo. El Evangelio narra que «Jesús Jesús levantó la mirada y le dijo: “Zaqueo, baja pronto, porque conviene que hoy me quede en tu casa”» (v. 5). Es una imagen muy hermosa, porque si Jesús debe alzar la mirada, significa que mira a Zaqueo desde abajo. Esta es la historia de la salvación: Dios no nos ha mirado desde lo alto para humillarnos y juzgarnos, no; por el contrario, se ha rebajado hasta lavarnos los
Así, el cruce de miradas entre Zaqueo y Jesús parece resumir toda la historia de la salvación: la humanidad con sus miserias busca la redención; pero, ante todo, Dios con
su misericordia busca a la criatura para salvarla.
Lo que podemos llegar a ser
La mirada de Dios no se detiene nunca en nuestro pasado lleno de errores, sino que ve con infinita confianza lo que podemos llegar a ser. Y si a veces nos sentimos personas de baja estatura, que no están a la altura de los desafíos de la vida y, menos aún, de los del Evangelio, empantanadas en los problemas y en los pecados, Jesús nos mira siempre con amor: como con Zaqueo, viene a nuestro encuentro, nos llama por nuestro nombre y, si lo acogemos, viene a nuestra casa.
¿Cómo nos vemos a nosotros mismos?
Podemos entonces preguntarnos: ¿Cómo nos vemos a nosotros mismos? ¿Nos sentimos inadecuados y nos resignamos, o precisamente cuando nos sentimos desanimados buscamos a Jesús? Y, además, ¿cómo miramos a quienes se han equivocado y tienen dificultad para levantarse del polvo de sus errores? ¿Es una mirada desde lo alto que juzga, desprecia, que excluye? Recordemos que solo es lícito mirar a una persona de arriba abajo para ayudarla a levantarse; nada más. Solamente así es lícito mirar de arriba abajo. Los cristianos debemos tener la mirada de Cristo, desde abajo, que abraza, que busca al que está perdido, con compasión.”
(Plaza de San Pedro de Roma,
Domingo, 30 de noviembre de 2022)