una plegaria, y que en su epistolario nos ha dejado una riquísima gama de formas de orar. Para el Apóstol, la oración no es una obra buena hecha a Dios, sino un don del Señor, la acción de su Espíritu en nosotros. En el texto que hemos escuchado, Pablo canta al Espíritu, manifestando cómo en la oración nos damos cuenta de nuestra pequeñez y de la necesidad que tenemos de fiarnos y encomendarnos a Él. Así, el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad y nos trasforma. El Espíritu del Hijo de Dios nos hace hijos y nos orienta hacia Él, para que no seamos nosotros los que vivamos, sino que sea Cristo quien viva en nosotros. La obra del Espíritu nos libera de la esclavitud del pecado, nos une radicalmente a Cristo, incluso en la cruz, pues los sufrimientos ya no pueden apartarnos de Él, y nuestros gemidos son un canto de esperanza. Por último, nos abre al clamor de los hermanos, de modo que nuestra intercesión exprese siempre el amor que Dios ha derramado en nuestros corazones.
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Saludo cordialmente a los grupos de lengua española, en particular al de la Institución Teresiana, en el centenario de su fundación y fiel servicio a la Iglesia, así como a los provenientes de España, México, Costa Rica, Guatemala, Argentina y otros países latinoamericanos. Invito a todos a pedir al Señor, que su Espíritu sea nuestra fuerza para afrontar las pruebas con la esperanza de estar radicados en Dios. Muchas gracias.
(AUDIENCIA GENERAL - Plaza de San Pedro - Miércoles 16 de mayo de 2012)