Para éstos, Chesterton decía: “Lo natural puede ser para el hombre lo más antinatural, porque su natural no está íntegro jamás. Está… herido por el pecado original”. ¿Pero y si uno no cree en el pecado original? Hay cosas que, aunque no se crean, ¡existen! Su existencia no depende de creer o no creer en ello. Uno puede creer o no creer que un producto sea venenoso, el veneno hará su función por
encima de que se crea o no.
La paz está relacionada con la lucha y es consecuencia de la victoria. Y lo que vale para la paz exterior de un pueblo, vale para la paz interior de una persona. “Si vis pacem, para bellum” (si quieres la paz, prepara la guerra). Expresión latina que Flavio Renato, escritor y militar romano, así como Tucídides y Cicerón la usaron con frecuencia. Si uno lucha contra los siete vicios capitales: Soberbia, Avaricia, Lujuria, Ira, Gula, Envidia, Pereza (origen de males para uno mismo y para los demás) logrará cierta paz y tranquilidad de cuerpo y de alma, de conciencia.
La medicina tiene ya experiencia de que la salud del cuerpo y del alma no está en la sensualidad ni en la impureza, ni en la gula, ni en la intemperancia, está en la superación
de los instintos. En un rincón del jardín de su casa en Milán, San Agustín así lo entendió y descubrió la verdad: era esclavo de sus bajas pasiones. Y entonces se decidió a luchar para cambiar de vida, y lo consiguió.