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Los límites del Crecimiento

Escritor

El plan preveía que los hijos tuvieran más recursos y fueran más felices, que sus padres.

Al finalizar la II Guerra Mundial, con la tutela de los vencedores, trabajadores y empresarios alcanzaron un pacto, que lograría un alto bienestar. El convenio funcionó durante un dilatado período de tiempo. Se deseaban alcanzar elevados porcentajes de crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB). La riqueza generada se repartiría entre los factores que integraban la función de producción: capital y trabajo.

La caída del Muro de Berlín quebró el acuerdo. Ambos agentes parecían disputar sobre cual debía ser la participación de cada una de ellas en el reparto.

Algunos, aguardaban que Europa, abandonando el Capitalismo, se hiciera Socialista. La realidad fue muy diferente, los europeos que abandonaban el sistema comunista decidieron olvidar el pasado y abrazar el capitalismo.

Aún no se ha valorado suficientemente, las consecuencias del acontecimiento, que se produjo el 9 de noviembre de 1989. La crisis que corroía la Alemania del Este ponía en evidencia el fracaso del Comunismo, no sólo como doctrina política sino también como modelo económico, que buscaba convertirse en alternativa al Capitalismo. La libre salida de los habitantes del Este por “Checkpoint Charli” representaba la recuperación de su libertad, pero así mismo, significaba su acceso a una nueva forma de vivir, trabajar y relacionarse. Acostumbrados a obedecer las directrices del estado, muchos de ellos no supieron adaptarse a la nueva situación.

El universo bipolar en el que Europa había vivido desde 1945 había llegado a su patético final. Los ciudadanos, que abandonaban el Este, dejaban una economía en la que, cuando menos en teoría, el paro no existía y pasaban a integrarse en un estilo de vida basado en la competencia. En menos de un año, las obsoletas industrias, que se escondían tras el Muro, cerraron sus puertas. Quienes trabajaban en ellas tuvieron que aprender a vivir una nueva vida, mientras se reinventaban para formar parte de la nueva Alemania.

El fracaso del comunismo

La libertad se extendió. Incluso Rusia tuvo que aceptar que el tiempo del Comunismo había finalizado para siempre. Los impuestos que se recaudaban en los países europeos servían para financiar los servicios, que los estados prestaban a sus ciudadanos. Los Directos, dotados de una cierta progresividad, servían para redistribuir las rentas, generando sensación de equidad. La elevada Demanda favorecía el consumo. Sólo había un problema, la elevada cantidad de recursos consumida. Se intuía que el Crecimiento debía tener un límite, pero nadie se atrevía a mencionarlo.

Nuevos equilibrios se habían establecido en el comercio mundial. El Capital, defendía que, en las nuevas empresas, basadas en inversiones intensivas de capital, debía incrementarse la participación del Capital. Por contra, los representantes del Trabajo argüían que era necesario primar el consumo y para ello, se debían incrementar sus rentas reales.

Las corrientes neoliberales, abogaban por una disminución de los impuestos Directos y una subida de los ingresos recaudados por los Indirectos.  En la década de los setenta el factor Trabajo comenzó a perder peso en el PIB.

Ya en el siglo XXI las nuevas circunstancias incrementaron la incertidumbre e inestabilidad que se producía en las economías de algunos países emergentes, lo que generaba una elevada volatilidad, provocando una caída mundial de la demanda y forjando dudas en los modelos económicos de los países desarrollados.

El Cambio Climático, que siempre ha sido una acechanza, que formaba parte de las amenazas del futuro, incrementó su velocidad debido al aumento de población de la Tierra, a la evolución del transporte y a la proliferación de nuevas industrias, localizadas prioritariamente, en países en desarrollo. La escasez del agua potable, la contaminación del aire de algunas grandes ciudades y la radicalización de los fenómenos ambientales, acrecentaron los efectos de la crisis. Se concluyó que el mundo caminaba hacia una inevitable e inmediata crisis.

En los postreros años del siglo XX, los europeos, cultivamos un radical individualismo. Sobre cualquier decisión común colocamos nuestros intereses particulares, alardeando del uso de una mal entendida libertad. En un instante pareció ignorarse que los primeros cristianos vivían en Comunidades, en las que se compartían recursos, problemas y experiencias. Se postergaron las palabras de Jesús.

Aplicar el Evangelio

Parece llegado el momento de recuperar el espíritu del Bien Común relacionándolo con el comportamiento social ciudadano. En el nuevo siglo, el hombre se ha convertido en enemigo de sus hermanos. Tras la batalla está la derrota o la victoria. Ningún resultado beneficia el futuro de la Humanidad. ¿Dónde quedan las bellas palabras que Jesús pronunciara en el Sermón de la Montaña?

Urge modificar el modelo económico si deseamos sobrevivir como especie. Implantar técnicas respetuosas para la distribución de la riqueza, que podamos generar respetando nuestro entorno. Ha llegado el momento de replantearnos las normas sobre las que construir un nuevo futuro.

Es imprescindible recuperar la utopía. Al ser humano no se le puede privar de la Esperanza de creer en un futuro mejor y más justo. El crecimiento del PIB debe ser respetuoso con las posibilidades reales de nuestro mundo. No podemos acabar con los recursos que deben disfrutar nuestros hijos y sus descendientes. La riqueza debe estar repartida con equidad y, la Economía, subordinada a la Política.