María Ana de Jesús recibió la primera comunión en edad muy temprana, muy presto tuvo en lugar de madre una madrastra de condición asperísima, que la afligía de sobremanera, y no le iba el padre a la mano tanto como debiera, especialmente cuando la santa doncella hizo voto de perpetua virginidad, contra la voluntad del padre que quería casarla.
Siendo muy hermosa, se cortó con las tijeras la cabellera, pensando que así se entibiaría el amor del que la pretendiera por esposa. Su padre y su madrastra salieron de sí y cargaron sobre ella una tempestad de injurias y golpes, con tanto enojo y crueldad, como si fueran verdugos de su hija mártir. Cuando cesaron los malos tratos, Dios permitió que su sierva se viese fieramente atormentada por torpísimas imaginaciones y tentaciones que le duraron once años.
Al dejar la casa de sus padres con la aprobación del venerable Fray Juan Bautista, su confesor y fundador de los Mercedarios descalzos, se labró una celdilla junto a la ermita de santa Bárbara, recibiendo el hábito de la Orden de Nuestra Señora de la Merced de manos del Maestro general de la Orden. Fue visitada por los príncipes por la gran fama de sus arrobamientos, milagros y profecías.
El 17 de Abril de 1624, entregó su alma a nuestro Señor a los cincuenta y nueve años de edad. Fue beatificada el 25 de Mayo de 1784 por el Papa Pío VI.