El árbol, espinoso y con ramaje en forma de sombrero, sagrado para nubios y egipcios, facilita comida a personas y animales. El fino viento del norte apenas tiene fuerza para mover la arena, por lo que la atmósfera está inmaculada. La arena blanquecina del desierto de Nubia comienza a enfriarse. El espectáculo infunde paz. La calma parece haberse convertido en compañero de viaje.
A lo lejos, en algún lugar escondido tras las montañas, se adivina el río de la vida, el Nilo. Nadie diría que hace seis mil años esto era un vergel. Nadie que no se acercara a las exuberantes orillas del río. Aquí la desertización es completa. Sólo arena, piedras y alguna acacia aislada pueblan el paisaje.
En un medio tan parco de recursos como el desierto, cualquier detalle, por insignificante que parezca, tiene importancia para el mantenimiento del equilibrio ecológico. La acacia, por ejemplo, aislada o reunida en pequeños grupos. Grande o pequeña, crece en cualquier terreno hoscoso convirtiéndose en fuente de alimentos, sombra y cobijo. Su madera, lo mismo sirve para construir una choza, una barca, un arco, muebles, enseres o canoas, que sus frutos y hojas para alimentar seres humanos o animales.
Árbol bíblico, se hace noble en Éxodo, cuando se incluye entre las ofrendas que el Señor considera dignas de serle ofrecidas[i]. Más adelante, encomienda una tarea fundamental: "Haz un Arca de madera de acacia"[ii]. Tanto la mesa sagrada, para la ofrenda del pan, como las patas para transportarla, serán de madera de acacia[iii]. Aparte del oro, la plata y la púrpura, la piel de cabra y la madera de acacia se convierten en materiales básicos para la construcción del Tabernáculo[iv]. Finalmente, el altar de los holocaustos también deberá ser construido con la misma madera[v]. La modesta acacia se nos ha convertido en un árbol aristocrático. Es una de los protagonistas del Antiguo Testamento. Más adelante, en los Evangelios de Mateo, Marcos y Juan[vi] se menciona la corona de espinas, que pusieron a Jesús, y que sólo podía provenir del árbol de las espinas: la acacia. Así, el árbol del desierto aparece en la culminación de la historia Cristiana: la Crucifixión de Jesús.
El desierto de Nubia
Regresemos al desierto nubio. Desde aquí el mundo parece diferente. Ahora, el silencioso y profundo pozo parece dormido. Los escasos recursos, que están al alcance del ser humano, deben cuidarse con mimo. Son compañeros de un viaje en el que todo es imprescindible. El de la existencia.
Nada más levantarse el día compruebo, no sin sobresalto, que multitud de gente se aproxima al pozo. Unos, a lomos de sus majestuosos camellos, otros, corriendo, los más, jinetes de pequeños asnos[vii]. Multitud de coloristas vestidos inundan el entorno.
Demostrando que participan en una labor común, cada uno ocupa su puesto. Atan a los camellos cerca de una poza artificial. Construyen una curiosa estructura de madera sobre la boca del pozo y, mediante un imaginativo sistema, se dedican a medir la profundidad a la que se encuentra el agua. En paralelo, otros, mujeres especialmente, comienzan a amontonar, junto al pozo, cantidad de los más diversos tipos de sistemas de almacenamiento de líquido. Desde antiguos odres fabricados con pieles de cabra, hasta modernos depósitos de plástico, pasando por artefactos de cerámica, botas y demás utensilios.
Sobre la estructura, colocan una polea y una larga cuerda cuya longitud determinan tras poner sobre el suelo una serie de palos de acacia, cuya misión no parece otra que determinar la longitud que debe tener la cuerda para poder extraer agua. Según mis cálculos se encuentra a una profundidad de unos veinticinco metros. Al final de la alineación de maderas ponen a un pequeño burro al que atan la cuerda y comienzan a meter el recipiente; una especie de balde de madera, en el pozo. Cuando el recipiente alcanza el límite del pozo, la persona que dirige la operación da órdenes a la que guía al animal para que tire. De esta manera el agua comienza a llegar a la superficie.
La primera que aparece la echan en la balsa artificial. Inmediatamente después llevan, por riguroso orden, a los camellos a beber en la balsa. Después, de acuerdo con algún orden que desconozco, empiezan a llenar recipientes. En el momento que acaban con los recipientes de una persona o grupo de personas, ésta o estas abandonaban el pozo entre risas y alegres despedidas. Los asnos cargados del precioso líquido regresan a su pueblo o a su campamento. Nadie alza la voz. Para ellos, más que un regalo de la naturaleza, el agua parece un divertido juguete.
¡Comprendo que ellos miran al mundo con ojos diferentes a los míos!
[i] Éxodo 25. 1-5: El Señor habló a Moisés, diciendo: "Mando a los hijos de Israel que me traigan una ofrenda... Consistirá la ofrenda que tomaréis de ellos en oro, plata y bronce, púrpura roja y púrpura escarlata... pieles de tejón y madera de acacia...".
[ii] Éxodo, 25.12 y ss. Se está refiriendo al Arca de la Alianza.
[iii] Éxodo, 25. 23-29.
[iv] Éxodo, 26. 15-20.
[v] Éxodo, 27. 1-8
[vi] Mateo, 27. 27-31, Marcos 15. 16-20, Juan 19. 2-3.
[vii] Los asnos del desierto nubio son pequeños, casi enanos. Sin embargo, siempre van cargados con grandes pesos que parecen acarrear con facilidad. Muchos de los habitantes del desierto montan en ellos.